EE.UU.: La “cazadora de TV” recibe la furia de la red social

245 mil personas firmaron una petición para que nunca más pueda entrar a Sudáfrica. Por desgracia, es sólo una muestra de lo que ocurre con algunos de los animales más imponentes del continente negro: son presas para europeos y norteamericanos adinerados, además de miembros de algunas monarquías, que practican “caza deportiva”. Incluso hay recintos privados que tienen leones en cautiverio con el fin de que se conviertan en blanco de un rifle. Le llaman “caza enlatada”.

Se autodenomina “Cazadora indomable” y se siente orgullosa de ello, pues en sus  cuentas de Facebook y Twitter suele publicar fotografías que la muestran sonriente junto a  sus “trofeos” inertes: cebras, alces, cocodrilos. Pero su última aventura en Sudáfrica, que “le reportó” un magnífico ejemplar de león africano, despertó la ira de miles de personas que firmaron una petición para que no se le permita regresar jamás a ese país.

“Una extraordinaria cacería aquí en Sudáfrica, después de un sigiloso seguimiento de 60 yardas, este hermoso león macho… que caza!”, escribió. Su “hazaña” fue muy mal recibida y lo más suave que le dijeron fue “asesina”. La mujer de la foto no es una desconocida. Melissa Bachman es presentadora de la TV de Minnesota, EE.UU. y titular del programa Winchester Deadly Passion, donde expone sus logros en el ámbito de la cacería, de la que ha hecho todo un estilo de vida, cazando algunas de las majestuosas criaturas del reino animal.

La reacción a través de las redes sociales fue de indignación y muchos calificaron el acto de “repugnante, vil y vergonzoso”. Desde la plataforma de peticiones en línea change.org, se redactó una nota dirigida a autoridades del gabinete presidencial, ministerio del Interior y Medio Ambiente sudafricanos, donde explican que esta mujer ha hecho de la caza un deporte que está en absoluta contradicción con la cultura conservacionista de EE.UU., y solicitan que se le niegue la entrada en el futuro. La petición la suscribieron 245.000 personas.

El permiso de caza había sido autorizado por Maroi Conservancy, un lugar de más de 17.000 hectáreas, en la provincia de Limpopo y fronterizo con Zimbabwe, donde se pueden cazar jirafas, jabalíes, antílopes, cebras, cerdos salvajes y leopardos. La entidad representa una tendencia cada vez mayor de la llamada  “conservación a través de la caza sostenible”. El sitio web y sus cuentas de Twitter y Facebook en estos días figuran caídos, debido a gran cantidad de personas que ingresaron para manifestar su malestar y rabia. La entidad se ha defendido señalando lo mucho que como organización han contribuido a la conservación de especies, que la carne de los animales de caza va a una comunidad local y los fondos derivados de la actividad permiten arreglar muros fronterizos y luchar contra la caza ilegal.

“Caza sostenible”

Las explicaciones no sirven de mucho. El león africano, que puede llegar a los 250 kilos de peso y es el felino más grande después del tigre, está en categoría de “vulnerable” pues su población en las ultimas décadas se ha reducido en un 30%. O sea, presenta una alta probabilidad de convertirse “especie en peligro de extinción” En la Convención sobre Comercio Internacional de Especies, CITES, como en el Fish and Wilde Service de EE.UU., recientemente se ha planteado la revisión de este ‘estatus’, y para muchos conservacionistas y activistas la discusión está abierta.

El biólogo Lucas Hunter, vicepresidente de la organización de conservación de grandes felinos panthera.org, dice que no logra entender el placer que le provoca a los cazadores dispararle a una “criatura tan magnífica como un león” y luego fanfarronear por ello. No tiene ninguna duda de que a demasiados leones se les ha disparado por deporte y que la cuota que autoriza las cazas está viciada.

Explica que la muerte de un león macho, puede llevar a la muerte de toda una generación de cachorros, pues los machos asesinan a las crías del león muerto para tener la oportunidad de engendrar su propia descendencia, con lo cual la caza “desmedida” puede eliminar demasiados machos y alterar la compleja estructura social de la especie. Pese a todo, para sociedades pobres como las africanas, la caza deportiva es una de las principales fuentes de ingreso en extensas zonas de desierto. Dispararle a un león macho puede significar hasta 125.000 dólares. “Por desagradable que sea- se lamenta Hunter- hasta que encontremos mecanismos alternativos para generar el dinero en efectivo necesario para proteger el desierto en África, la caza sigue siendo el modelo más convincente para muchas áreas silvestres”.

Criaderos para caza “enlatada”

Desgraciadamente, el planteamiento de este biólogo refleja bien la realidad de la caza en África. Si en el mundo desarrollado la lucha de los activistas que defienden los derechos de los animales está focalizado en la industria farmacéutica y cosmética -que testean en animales-, y en poner fin a prácticas crueles como las corridas de toros y el maltrato de los animales domésticos, la realidad acá es distinta. Si escasea la comida y el agua para la población, la defensa de los animales no es prioridad para nadie.

De hecho, es un terreno propicio para que las clases altas de los países ricos y algunas monarquías, de la cual el Rey Juan Carlos de España es el más fiel exponente, mantengan prácticas decimonónicas que en el mundo hoy resultan absolutamente indefendibles.

En una carta a propósito del caso, el cantante inglés Morrissey, devoto vegetariano desde los 11 años, señala que mientras el mundo lucha por proteger animales como el elefante y el rinoceronte, otros se empeñan en destruirlos. De paso critica ácidamente a todos los miembros de la realeza británica cuyas prácticas de caza califica de decadentes; sus dardos alcanzan hasta el primer ministro David Cameron, la hermana de la princesa Kate e incluso el músico Bryan Ferry.

Un reciente reportaje del diario inglés The Guardian reveló que en la actualidad, en Sudáfrica, hay más leones en cautiverio que salvajes. Los animales son criados específicamente para ser presas de caza de turistas europeos y norteamericanos de clase acomodada que practican la “caza deportiva”.

Se trata de granjas-criaderos de propiedad privada, en la que por unos cuantos dólares los turistas de paso pueden acariciar y jugar con los cachorros en establos de lo más inocentes. Para los más adinerados, que ingresan a las profundidades de estas propiedades, se reserva la carnicería pagada y legal, denominada la “industria de la caza enlatada”. ¡Indignante!