Es parte del proyecto de la Unión Europea y ESA denominado “Copérnico”, el mayor programa civil de observación de la Tierra para monitorear mares, hielos, selvas, bosques y suelos, y aportar datos que ayuden a mejorar la gestión y políticas de protección ambiental, entregando imágenes casi en tiempo real. También ayudará en desastres como derrames de petróleo, inundaciones o erupciones volcánicas. Será un centinela.
Sentinel-1A ya está en órbita. Fue lanzado ayer desde la Guayana Francesa por la Agencia Espacial Europea (ESA), viajando a bordo de la nave rusa Soyuz para –tras unos días de vigilancia y control de su fase de operaciones iniciales desde la Tierra- comenzar su monitoreo desde el espacio de los océanos, atmósfera, clima, hielos polares y superficie terrestre.
Se trata del primero de dos satélites que forman parte de “Copérnico”, el mayor programa civil de observación de Tierra, iniciativa de la Unión Europea y la ESA que tiene por objetivo entregar día y noche imágenes de las superficies terrestres y oceánicas de Europa, Canadá y las regiones polares en tiempo casi real.
“Con el programa Copérnico, ahora vamos a tener una fuente de información similar a los servicios medioambientales, así como aplicaciones en la seguridad y dominio de la gestión de desastres”, señalan desde ESA.
PANELES SOLARES Y POTENTE RADAR
A este primer “centinela” se le unirá en 2015, Sentinel-1B, ambos satélites son idénticos y conforman la primera “constelación” de un total de seis misiones ‘guardianas’ cuyo fin es vigilar de manera continua y como nunca antes se había hecho al planeta. Y para ello está previsto un presupuesto de 7.500 millones de euros (10.300 millones de dólares). Cuando estén en funcionamiento los dos satélites gemelos, cubrirán cada uno 180° y cubrirán la Tierra en seis días.
Sentinel 1-A funcionará con paneles solares (de 10 metros cada uno y un peso total de 2.300 kilos) para el suministro de energía eléctrica y está equipado con un potente “radar de apertura sintética” (SAR, en inglés) y una antena de 12 metros, y que a través de los ‘ecos’ de microondas enviadas desde 700 kilómetros de altitud estudiará las superficies terrestres, retransmitiendo los datos a estaciones terrestres de todo el mundo para su rápida difusión. Tiene estimada una vida mínima de siete años.
“OJO” EN BOSQUES, DERRAMES Y HIELOS
Será capaz de observar la Tierra en cualquier condición meteorológica. Durante emergencias como terremotos o inundaciones aportará mapas actualizados. Parte de su rutina consistirá en monitorear zonas costeras y vías marítimas –incluidos navíos, derrames de crudo y otros contaminantes-, la distribución de las placas de hielo flotantes del Ártico (el satélite incluso puede distinguir entre hielos finos de un año y hielos gruesos mayores), enviar datos sobre vientos y olas en alta mar. También podrá detectar los cambios en el uso de suelos y los hundimientos de terreno que originan las cavidades subterráneas provocadas por extracciones mineras. Dicen que será particularmente útil para “mantener un ojo en los bosques tropicales que normalmente están envueltos por la nube y para la detección de extracción ilegal de madera en todo el mundo”. Además de cartografías para manejo forestal y de agua.
Todo ello servirá para aportar en la mejor gestión y formulación de políticas medioambientales sobre suelos, acuíferos, selvas y océanos, además de optimizar las respuestas ante desastres naturales y facilitar labores de ayuda humanitaria. Pero también para apoyar investigaciones de largo aliento como el impacto climático, con un considerable archivo de imágenes de hielos marinos, continentales y de glaciares. A diario entregará 2.5 terabites de información que estará disponible de manera gratuita y abierta.
Tweet