El control del agua (no del petróleo) ya está siendo utilizado como táctica de guerra en la zona de conflicto que, además sufre severa sequía, alzas de temperatura y escasez de lluvia. Expertos señalan que estos factores pueden generar una crisis aún mayor de agua, alimentos y migración.
Una guerra por el agua. Aún no se llega a eso, pero no es aventurado decir que se puede estar a un paso. Según expertos en seguridad de Londres y Bagdad, en extenso artículo del diario inglés The Guardian, el control de los suministros de agua en la región serían claves para la resolución de los conflictos entre Irak y Siria.
Cuna de una de las primeras civilizaciones, Mesopotamia, la zona entre los ríos Trigris y Éufrates que nacen en Turquía y de la que depende todo Irak y el este de Siria, hoy está en manos de rebeldes islámicos. De sus aguas depende el suministro vital, los alimentos y la industria.
El agua se está utilizando como un “recurso de guerra por todas las partes”, dicen los analistas internacionales. Afirman que su control “es aún más importante que el control de las refinerías de petróleo… el control del suministro de agua es de vital importancia, lo cortas y creas un crisis de sanidad y salud”.
Es la vida o muerte, por ello es el principal objetivo estratégico de todos los grupos en Irak. Los rebeldes se apuran a tomar las instalaciones del norte para cortar el suministro hacia el sur de Irak, de mayoría chiíta. Mientras tropas iraquíes defienden la mayor central hidroeléctrica del país, Haditha Dam, sobre el Éufrates, que controla 30% de la electricidad. La apertura de sus puertas inundaría cientos de kilómetros, pueblos y aldeas, dejando a Bagdad aislado.
En abril y como resultado del desvío deliberado de las aguas de una represa menor, las fuerzas del gobierno y la ciudad de Abu Ghraib fueron inundadas. Doce mil personas quedaron sin hogar, en tanto habitantes de otras cuatro ciudades sufrían sin agua.
Ambos bandos ‘juegan’ cortando el suministro e inundando aldeas para obligar también el desplazamiento de miles de personas, incluyendo los que ya son parte de campos de refugiados.
En Siria, la escasez de lluvias y el aumento de temperaturas -se habla de la sequía más severa de los últimos 50 años-, son mencionados como factores de desestabilización política. Y en el enfrentamiento, ambos bandos han usado ‘tácticas de agua’; el ataque deliberado a redes de suministro es casi asunto cotidiano. Combinados estos elementos, podrían generar una crisis de agua, alimentos y migración, aún mayor a la ya acontecida en tres años de conflicto, auguran los expertos.
No es novedad que el agua sea el primer objetivo militar en un conflicto en esta zona semiárida y con habitual escasez y crisis hídrica. Ya desde 1975 se acusa a Turquía de disminuir los flujos de agua en 80% a Irak y en un 40% a Siria con la construcción de centrales y represas en la cuenca de los mencionados ríos, de su territorio, que bajan por estos dos países para ir a desembocar en el Golfo Pérsico. En los ’80, Saddam Hussein drenó los pantanos mesopotámicos –en cuyos márgenes florecieron las culturas sumeria, asiria, persa y árabe-, para castigar a rebeldes: lo que hasta entonces había sido el tercer mayor humedal del mundo se convirtió una tierra reseca, muerta, y de antiguas aldeas deshabitadas; más tarde ONU lo calificó como un desastre ecológico tan grande como la deforestación amazónica.
Pero aún algo peor podría pasar en esta zona donde se dice pudo estar el Jardín del Edén. Estos ríos donde ha surgido la vida a lo largo de la historia, puede que no siempre manen agua. Según cita The Guardian, de continuar la sequía, cercano al 2040 sus cursos ya no llegarían al mar.
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