El tráfico de especies protegidas que están en peligro de extinción es un tema de altísima difusión. Es denunciado por ambientalistas y entre las entidades conservacionistas es la gran batalla que está en curso, pero las cosas avanzan lento. A pesar de subir las regulaciones y las penas, las costumbres son más fuertes.
Mientras hoy en Ginebra, Suiza, un grupo de expertos iniciaron el debate de cómo acabar con el tráfico de especies, en los mercados del sur de China -y pese a que se han dictado leyes que penan con cárcel a quienes consuman especies amenazadas o en peligro de extinction-, se siguen vendiendo tortugas, pangolines, serpientes y jabalíes vivos.
En mayo este país elevó sus penas, tanto para comerciantes como consumidores, las que pueden llegar a 10 años de prisión. Sin embargo, en el sur se jactan de tener gustos culinarios exóticos y éstos no acaban con una ley. En la provincia de Guangdong, en un mercado mayorista la carne de pangolín -un pequeño puercoespín que carece de dientes y se alimenta sólo de insectos- se vende por 500 yuanes (80 dólares); un ejemplar vivo llega al doble.
Y está protegido por CITES, la Convención sobre el Comercio Internacional de las especies de Fauna y de Flora Amenazadas de Extinción, cuya reunión del Comité Permanente consigna un récord de asistencia; más de 400 personeros de 72 países, 14 organizaciones intergubernamentales, 56 ONGs, y una docena de entidades privadas.
HOY MEJOR QUE AYER
La crítica situación de elefantes, tigres, madera de palo de rosa, están en tabla para la discusión hasta este viernes. En su discurso inaugural, su secretario general, John E.Scanlon, dice que hace apenas unos años la CITES eras más pertinente que nunca, pero no había apoyo político ni financiero para avanzar. Hoy están mejor conectados, tienen más socios, señala. Y enumera una serie de avances en tratados, en alianza con ONU, UNESCO y Global Enviromental Facility (GEF), además de logros a niveles locales.
Pero es claro que no es suficiente. En marzo se tomaron varias resoluciones en torno a especies presionadas por el comercio ilegal, como los felinos asiáticos, los grandes simios, armadillos como el pangolín, tortugas de tierra y de Galápagos, antílope tibetano, guepardos salvajes, más de 200 especies madereras, 5 especies de tiburones, la manta raya, y la mayor herida abierta del tráfico animal: elefantes y rinocerontes.
Ya se habla de crimen organizado en torno al marfil y cuerno de rinoceronte. De milicias rebeldes y funcionarios de fuerzas militares regulares involucradas en algunos casos. “Los guardaparques de vida silvestre que sirven en primera línea lo hacen contra criminales con más recursos y a menudo son literalmente superados”, reconoce CITES.
“El rival es peligroso y se requiere una respuesta proporcional al riesgo”, agregan.
No falta tampoco el funcionario corrupto entre sus propias filas. En la lucha por la defensa de los grandes simios y su recién lanzada campaña, Ol Pejeta Conservancy, responsable del único santuario en Kenia de chimpancés huérfanos, denunciaba que autoridades nacionales de CITES estaban involucradas en este tráfico.
Y es que en países pobres se debe luchar contra las altas sumas que mueve el negocio. Y se trata de un mercado lucrativo al que es imposible que se resista gente que subsiste con lo mínimo.
CONSUMIDORES
Se ha avanzado, sí. Hoy se reconoce que los crímenes contra la fauna son una atentado no sólo en cuanto a recursos naturales y patrimonio cultural, en algunas zonas está siendo una amenaza para la seguridad, la estabilidad política y la economía. Y van más allá de la competencia medioambiental; requieren la actuación de organismos y agencias que apliquen y hagan cumplir la ley.
Según CITES, si se va a combatir en serio estos crímenes se necesita tratarlos como delitos graves, usar medidas más agresivas, como las utilizadas contra el comercio ilícito de narcóticos; operaciones de inteligencia que sigan la ruta de los decomisos, el lavado de dinero, etc.
Bien. Pero qué hacer con los consumidores. En tanto haya demanda, no faltarán vendedores. Hoy en China el pangolín es usado por madres primerizas que quieren asegurar “buena lactancia”, convirtiéndose en un foco de contrabando; dos millones de toneladas del animal fueron confiscadas recientemente en Hong Kong. Las serpientes se consideran buenas para salud y hay negocios carreteros que venden guisos de ellas, aunque estén enlistadas como especies vulnerables, mientras CITES señala que más de medio millón de pieles de pitón se comercializan cada año.
Ambientalistas chinos, reconocen lo positivo de las nuevas leyes, pero abogan por campañas de educación y sensibilización. “El negocio ilegal de vida silvestre es un negocio de billones de dólares en China”, dicen. Otros expertos reconocen falta de optimismo ante el panorama. “El sistema legal todavía no es fuerte y el comercio de animales protegidos es cada vez peor, porque ha pasado a la clandestinidad”.
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