Rockefeller cambiará las fósiles por energías renovables

Los descendientes del magnate petrolero anunciaron que dejarán de invertir en combustibles fósiles, partiendo por el carbón, al igual que otras 500 instituciones e individuos por un monto estimado en 50 mil millones de dólares. Es el resultado de una campaña iniciada hace tres años en los campus universitarios.

En vísperas de la Cumbre del Clima, los herederos del magnate del petróleo, John Rockefeller, creador de un verdadero imperio en base al oro negro y que a partir de su compañía Standard Oil dio vida a empresas como Exxon Mobil, Amocco y Chevron, anunciaron que venderán sus inversiones en combustibles fósiles y las destinaran a energías renovables.

Aunados en la organización filantrópica Rockefeller Brother Fund, cuyos fondos ascienden a cerca de 860 millones de dólares para obras benéficas, los herederos informaron que  están en proceso de desprenderse de sus inversiones en combustibles fósiles. El objetivo inmediato son el carbón y las arenas bituminosas, que esperan sean menos del 1% a fines de este año. Y trabajarán en una estrategia de desinversión en los próximos años del resto de inversiones en fósiles.

EL MOVIMIENTO

El anuncio es el resultado de una campaña iniciada hace unos años y que promovía en los campus universitarios la desinversión del carbón, luego ampliado a todos los combustibles fósiles, y que ha ido ganando adeptos en los círculos financieros. Hoy se habla ya de un movimiento global, gracias a la acción de Divest-Invest, Wallace Global Fund y otras entidades que han hecho campaña por las inversiones en energías verdes y por acelerar la transición a una economía sostenible.

Previo a la cumbre, un récord de 500 instituciones e individuos anunciaron -como los Rockefeller- su compromiso de retirar sus inversiones en combustibles fósiles por un total de 50 mil millones de dólares. El Premio Nobel de la Paz, Arzobispo Desmond Tutu, líder anti-apartheid en Sudáfrica y portavoz de Divest-Invest anunció estos compromisos. “El cambio climático se ha convertido en el reto de derechos humanos de nuestro tiempo –señaló-. Felicito a quienes están desinvirtiendo activos procedentes de combustibles fósiles y están invirtiendo a cambio en energía limpia, necesaria para la supervivencia humana”.

El movimiento, que comenzó en 2011, desde enero de este año duplicó sus adherentes de 74 a 180, según una consultora de donaciones filantrópicas, entre universidades, iglesias, ciudades, hospitales, fondos de pensiones, fundaciones e individuos.

El cambio ya se inició. Y se avanza, aunque no a toda velocidad. Ejemplo, dos universidades: en mayo la Universidad de Stanford anunció que no invertirá ni un peso de sus 18.7 mil millones de dólares de dotación en minería del carbón. Mientras en la Universidad de California y pese a una gran campaña de sus estudiantes, el plantel votó por mantener sus inversiones en petróleo, gas natural y carbón.

Entres las razones para des-invertir se habla de alinearse con principios medioambientales. Y dejar se avergonzarse porque sus empresas sean grandes contribuyentes al cambio climático. Quienes no quieren moverse, esgrimen escenarios económicos aún riesgosos.

EN EL UMBRAL

Todavía estos esfuerzos quizás no tengan un gran impacto. No todos se van a desprender por completo ni de forma inmediata de sus inversiones. Pero se abre un camino y los promotores del movimiento hablan de un “momento de umbral”, que está perfilando hacia un destino común.

El anunció de los Rockefeller, por ejemplo, impacta. A pesar de que en el detalle, el consejo de administración de la fundación autorizó en 2010 utilizar sólo hasta un 10% de su dotación para inversiones sostenibles, se espera que este porcentaje crezca en los próximos años.

Ya los en los ’80, la familia creó un fondo de 2 millones de dólares para invertir directamente en renovables, pero era muy pronto –dicen, y eso se perdió, a pesar de que el fracaso se lleva como “una insignia de honor”, según han consignado todos los medios. Lo mismo que el relato de Valerie Rockefeller, presidente junto a otros nietos de la fundación, de que su hija de 8 años le ha enseñado cómo las plantaciones de aceite de palma están destruyendo el hábitat del orangután y de que la niña se niega a besarla cuando lleva lápiz labial por contener este componente. Todo para ilustrar cómo las nuevas generaciones están empujando la conciencia medioambiental.