Compra a granel y en envases reutilizables: solución sustentable y justa

Esa es la propuesta que encontró el joven ingeniero comercial chileno José Manuel Moller, para intentar disminuir las desigualdades de los más pobres, a través de Algramo, empresa que instala dispensadores en el clásico almacén de barrio para vender los productos básicos de la canasta familiar y pagar sólo por el producto.

Es parte de la generación que sale a marchar y se interesa en política. Pero también de la generación que quiere cambiar realidades, según declara. José Manuel Moller, 25 años, ingeniero comercial de la Universidad Católica de Chile, fue voluntario de un la fundación «Un Techo para Chile» y vivió casi dos años en una población en La Granja mientras estudiaba. Allí descubrió la importancia de los almacenes de barrio para su gente y también descubrió una solución para lo que llama “castigo a la pobreza”, y que expuso en noviembre en una inspiradora Charla TedX, en la Universidad de la Frontera en Chile.

Cuenta que sólo en terreno pudo ver el problema de que en sectores más pobres, al comprar en formatos pequeños, terminan pagando más. Así en 2012 ideó Algramo, una empresa que tiene como objetivo reducir el precio de compra de las familias de los productos básicos de la canasta, como arroz, lentejas, porotos, garbanzos, además de detergente, a través de la compra a granel, pero con tecnología.

La fórmula consiste en una máquina dispensadora de estos productos, que funciona con envases reutilizables, para evitar la contaminación por residuos, y que permite a las familias comprar en el almacén de siempre, pero al precio justo.

Moller habla de la “revolución de la compra inteligente”. Y también de  innovación social. Han instalado máquinas dispensadoras en 70 almacenes de  la zona norte de Santiago y quieren llegar a 200 a fin de año. También señala que el próximo año probablemente exportarán el sistema a Bogotá, Colombia.

Pero Moller no tiene en mente hacerse rico. Se siente parte de una generación llamada a cambiar las cosas que se han hecho mal: “En la universidad se enseña la maximización de utilidades. Esta fórmula, que permite crecer mucho a unos pocos, ha sido la causante de muchos de los problemas de desigualdad en Chile y Latinoamérica”.

Dice que a los emprendedores se les dice que tienen que ir a Silicon Valley a inventar un nuevo celular, “cuando lo que necesitamos es trabajar acá, en nuestros propios territorios y problemáticas. Hoy día las oportunidades y el mejor laboratorio están acá”.

Y afirma que son los jóvenes, con su emprendimiento e innovación, los llamados a cambiar las cosas, sin esperar que lo haga la fundación o el gobierno: “Algramo no se entiende sin una revolución de emprendimientos que se hacen cargo de un desafío mayor… las problemáticas sociales para nosotros representan una tremenda oportunidad”.

Él no se compra el argumento de que si a las empresas les va bien, le va bien a la sociedad entera por efecto del “chorreo”: “Hace 20 años que no se ven ni un “chorreo” y la desigualdad sólo aumenta, eso ya no existe y somos nosotros quienes tenemos que hacernos cargo de esos problemas”.

El ejemplo de Algramo, dice, no es bueno sólo por los argumentos económicos a favor de las familias, sino porque muestra una concepción distinta. Nació de la experiencia en el almacén, “donde se juntan los vecinos a comprar el pan”, y de los problemas que también tiene el almacenero. “Imagínense lo que pasaría si juntamos a todos los almacenes para comprar juntos; generar una red, una cooperativa de almaceneros, recién ahí podremos hablar de competencia justa con los supermercados, probablemente”.

“Hoy la invitación –dice al final de su charla- es generar un cambio distinto, desde otro lugar, desde la innovación social, que se entiende cuando uno ve en el otro a un igual y se pone en su lugar”.

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