Fukushima: la imposible tarea de gestionar el agua radiactiva

En el cuarto aniversario del terremoto y tsunami que golpeó a Japón, la tragedia de la central nuclear colapsada está lejos de haber concluido. A la enorme radiación en los alrededores de la planta debido a tanques de agua contaminada -usada para enfriar los reactores- y toneladas de residuos en tierra, se suman constantes fugas al mar y los cuestionados vertidos “controlados”, cuyos costos medioambientales y de salud sólo los develará el tiempo.  

Fue un desastre natural que derivó en un drama tecnológico mayor. A cuatro años del devastador terremoto de 9 grados Richter del  11 de marzo de 2011 y el posterior maremoto que provocó el accidente en Fukushima, las autoridades y la operadora de la central nuclear están lejos de tener controlado el asunto. Esta tragedia que fusionó tres reactores nucleares luego de que el tsunami destruyera los sistemas de refrigeración, desencadenando explosiones y fugas radiactivas, en el resto del mundo parece lejana. Pero las filtraciones de agua contaminada y los vertidos radiactivos al mar no cesan y sus consecuencias son incalculables.

En mayo de 2014, Japón autorizó el vertido al mar de agua con baja radiactividad, a través de su entidad de regulación nuclear (NRA), con el firme apoyo de los representantes del llamado ‘lobby nuclear’ y hasta con la venia del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). El sistema es fuertemente cuestionado y no sólo por grupos ecologistas: expertos sugerían otros métodos para contener el agua, pero TEPCO (Tokio Electric Power Company), la operadora de la central, lo defiende y ha seguido derramando progresivamente los vertidos “controlados”.

LAS ENORMES CIFRAS DEL AGUA

Y es que el agua -esencial para enfriar los reactores- y su posterior “evacuación” es también parte del proceso que podría llevar a desmantelar la planta. Poco a poco, los involucrados han ido revelando cifras: 300 toneladas de agua se usan a diario para enfriar los núcleos de los reactores, que aún no se sabe a ciencia cierta dónde están. La cantidad aumenta a 400 toneladas con el “agua subterránea” que circula en el subsuelo de la central cada día; suma de las filtraciones del agua usada para enfriar y agua de acuíferos cercanos. Lo peor es que al menos la mitad de ella se contamina radiactivamente por las fisuras de los edificios. A diciembre de 2014, más de mil tanques con agua almacenada (300 mil toneladas; algo así como 120 piscinas olímpicas) esperaban ser tratados para eliminar más de 60 elementos radioactivos, no todos.

Cuando se detectaron fugas en las cisternas subterráneas, en abril de 2013, se optó por almacenar el agua radiactiva en los mencionados tanques y ubicarlos en terrenos aledaños a la central. Pero a comienzos de 2014 TEPCO se vio obligada a admitir que se había elevado la radiación en la zona de 1 millisieverts /año registrados a marzo de 2013 (dentro de los límites que acepta la Comisión Internacional de Protección Radiológica) a 7.8 en agosto del mismo año.

Aunque el regulador nuclear de Japón ha exigido a TEPCO que señale cuándo logrará reducir la radiación a 1 millisievert /año, aún no hay respuesta. Para deshacerse de 30 millones de toneladas de residuos radiactivos, el gobierno ha ido comprando terrenos cercanos a la planta para enterrarlos y de esta manera almacenarlos de manera “temporal”.

En bolsas negras se ha ido dejando la tierra y los residuos  extraídos durante las labores de descontaminación, en una zona de 16 kms2. Estas bolsas figuran en una playa cercana a Fukushima.

En bolsas negras se ha ido dejando la tierra y los residuos extraídos durante las labores de descontaminación, en una zona de 16 kms2. Estas bolsas figuran en una playa cercana a Fukushima.

Y los incidentes por fugas o filtraciones no controlados son frecuentes.  A mediados de 2013 el gobierno japonés debió reconocer la fuga a diario de 300 toneladas de agua radiactiva desde los sótanos y hacia el mar y el fracaso de muros de contención bajo tierra y de la extracción de agua a través de bombeo.

El pasado 22 de febrero TEPCO reconoció un nuevo vertido de agua altamente radiactiva, con niveles 70 veces superiores a los ya altos niveles de la planta, según señaló la operadora.  Esta vez, la OIEA insistió en que deben verter al mar sólo el agua descontaminada, mientras en paralelo declaró su preocupación por el agua almacenada, cuyos volúmenes crecen y crecen, sin garantías de seguridad.

LLAMADO A LA SENSATEZ

Con motivo del cuarto aniversario, entidades ecologistas intentan con declaraciones y peticiones a las autoridades japonesas urgir por algo de sensatez. Ecologistas en Acción, en un mensaje al Primer Ministro nipón, señala a propósito de los vertidos de agua al Océano Pacífico: Esto originará un daño incalculable a la vida marina y, en última instancia, también a la vida humana. El gobierno debe tomar una firme decisión y prohibir tal irresponsabilidad destructiva, prometiendo fondos para mantener el agua almacenada hasta que se implementen soluciones para purificar el agua”.

Se desconocen con exactitud las consecuencias de la contaminación radiactiva en la vida marina. En accidentes nucleares en Francia e Inglaterra, cetáceos y focas registraron altos niveles de cesio y plutonio por alimentarse de pescado contaminado. Desechos del tsunami japonés llegaron a las costas de Canadá y EE.UU. y algunos fenómenos –como mortalidad masiva de estrellas de mar, disminución de salmones y águilas calvas- se adjudican a esta polución.

Por cierto, los daños a la agricultura, ganadería y pesca local en Japón son enormes.  Sus efectos los mostrará sólo el tiempo. Por lo pronto, los japoneses son los mayores consumidores de pescado y algas del mundo…

En cuanto a la población, parte de los afectados siguen en situación de emergencia.  Greenpeace, que ha visitado la zona 23 veces, la última en octubre de 2014, ha comprobado que en muchos áreas no se cumple con los niveles máximos de contaminación recomendados. Señalan como ejemplo Kawauchi, donde se levantó la orden de evacuación hace cinco meses y el 59% de las mediciones hechas por la ONG fueron superiores a ese rango.

Una escuela abandonada hace 4 años en la zona de exclusión  en Okuma, donde ninguno de sus habitantes puede volver a sus casas. El gobierno reconoce casi 70 mil desplazados. Ecologistas hablan de 120 mil.

Una escuela abandonada hace 4 años en la zona de exclusión en Okuma, donde ninguno de sus habitantes puede volver a sus casas. El gobierno reconoce casi 70 mil desplazados. Ecologistas hablan de 120 mil.

Ellos hablan de 120 mil refugiados que siguen en dicha calidad, en viviendas temporales. El gobierno admite 68 mil, cifra no muy distante de la registrada inmediatamente luego de la tragedia: 80 mil evacuados. Y las compensaciones son insuficientes para establecerse en otros lugares. Ecologistas en Acción acusa que hay lugares donde la población está viviendo con 20mSv/año;  mientras la Comisión Internacional de Protección Radiológica recomienda como máximo 1microSv/año.

La información procedente de Japón sobre Fukushima no es fluida para los japoneses, menos para el resto del mundo. De hecho, en 2014 se aprobó una ley en el país (Ley de Protección de Protección de Secretos) que prohíbe escribir de forma libre sobre el tema y otra restringe a hospitales y funcionarios de entregar datos sobre cáncer vinculado al desastre. Pareciera que  la información sobre la radiación y su impacto en la salud pública dejó de ser un derecho en Japón.