Reglas para comer mejor y más feliz

Los tips que entrega el escritor norteamericano Michael Pollan, best  sellers en libros sobre comida, no son revolucionarios, pero sintetizan bien lo que debiera tener en cuenta cualquiera que quiere mejorar la forma en que come. En su discurso no están términos como alimentos “orgánicos”, “veganos” u “ortomoleculares”. Él llama la atención sobre la comida normal y hábitos de las sociedades modernas que debiéramos desterrar.

Michael Pollan no es un catedrático y escritor gastronómico cualquiera. No sólo es el referente a la hora de cenar para los Obama en la Casa Blanca y para miles de norteamericanos que han leído sus libros. Es un activista del comer bien: el jueves de la semana pasada estuvo reunido con la ex subsecretaria de Agricultura de Estados Unidos, Kattlen Merrigan, para una charla titulada «¿Qué sigue para el movimiento de los Alimentos?” en su Universidad de Berkeley.

Y por estos días está lanzando también su más reciente libro, “Cooked”, donde llama a recuperar la cocina como un acto de disfrute y de autosuficiencia, de aprender a realizar la magia de las transformaciones cotidianas y de abrir la puerta a una vida más nutritiva. Cree que las empresas procesadoras de alimentos rompen con ese vínculo especial con el mundo natural y de paso debilitan nuestras relaciones con familiares y amigos.

En “Cooked” argumenta que retomar el control de la cocina puede ser el paso más importante que cualquier persona puede dar para ayudar a que el sistema alimentario sea más saludable y sostenible.

Pero Pollan se hizo conocido con otro libro, publicado hace ya cuatro años: “Food Rules”, del cual ya ha publicado una reedición con nuevas reglas que han provocado todo un debate en Estados Unidos, cuna mundial de la comida chatarra y rápida, respecto a la relación que tienen sus ciudadanos con  la alimentación.

Son más de 60 sencillas reglas y estas 15 dan cuenta de hacia dónde apunta el autor:

1. Piensa acerca de dónde provienen sus alimentos.

Pide que nos tomemos un minuto para reflexionar sobre el esfuerzo que significó a muchos seres llevar esa comida a nuestra mesa.  Esa práctica fomenta una alimentación más consciente.

2. Coloca un ramo de flores en la mesa y disfrutarás dos veces lo bueno que tienes allí.

3. Si estás en un restaurante, ordena la porción más pequeña.

Pollan da cuenta cómo las grandes cadenas de comida rápida han ido agrandando las porciones de sus menús, por ejemplo de las bebidas. Recomienda pedir el menú de niños o compartir un plato principal.

4. Si no tienes hambre suficiente para comer una manzana, entonces probablemente no estás hambriento.

Invita a hacer el ejercicio mental de medir si el deseo de comer se basa realmente en hambre. “Si la idea de comer una manzana no te gusta, entonces es probable que estés buscando comida por costumbre, aburrimiento o tristeza”.

5. Las etiquetas fuera de la mesa.

Mantén logotipos y envases de alimentos fuera de la mesa… Es difícil disfrutar de una agradable cena cuando estás rodeado de mensajes comerciales y basura incipiente.

6. No te conviertas en un cocinero de comida rápida.

Pollan dice que la industria alimentaria promueve el hiper individualismo en el comer -dando a la gente exactamente lo que quiere y cuándo lo quiere. Al hacerlo ellos venden más y los consumidores comen en exceso. Entonces recomienda aceptar lo que se sirve en la mesa –propia o de otros- de buena gana y sin reclamar,  pues cuando lo hacemos tendemos a comer más moderadamente.

7. Disfruta de bebidas con cafeína natural

El café y el té con su cafeína natural pueden hacernos sentir felices, alertas y con más energía, lo que podría ayudar a explicar por qué los científicos han trabajado tan duro para encontrar algo malo en ellos, dice Pollan con ironía. Por eso, al menos por ahora, disfruta de la cafeína (con moderación), pero la natural y no la que viene en las bebidas energéticas.

8. Come aquel alimento que se pudre

La comida fresca es aquella que tiene poco tiempo de “muerta” y ya en la basura muestra rápidamente los signos de descomposición. Si no ocurre eso es porque ha sido procesada con tantos agentes químicos que no atrae ni hongos ni bacterias.

9. Compra en las paredes y no en los pasillos de los supermercados

La comida fresca –productos agrícolas, carne, pescado, lácteos– se pone en las paredes porque así es más fácil reponerla. Y la procesada acaba en los pasillos. Cuanto más te alejes de ellos, mejor.

10. Evite las cosas que su abuela no entendería como comida

Si no reconoces un ingrediente es probable que se trate de un componente químico. No hay suficientes pruebas de que éstos sean un peligro para la salud, pero piénsalo: la raza humana no lleva mucho tiempo comiéndolos.

11. Come animales que hayan comido bien       

La naturaleza ha diseñado fantásticos rumiantes, capaces de convertir hierba en grasas saludables (mucho omega tres y poco omega seis). La industria alimentaria los ha tomado y los ha llenado de basura para que crezcan más y peor.

12. Cuanto más blanco sea el pan, más joven morirás

Ingerida tal cual, la harina es como un concentrado de glucosa: no tiene las virtudes de otros granos (fibra, vitamina B y grasas saludables) y arrasa el organismo. Es como el tabaco: cuanto antes lo dejes, más vivirás.

13. Come plantas, sobre todo si tienen hojas

Hay cientos de miles de estudios que prueban que una dieta rica en fruta y verdura reduce las posibilidades de morir de alguna enfermedad occidental como el cáncer. En los países en los que se come medio kilo diario de fruta y verdura (suele coincidir que son los que más obedecen las tradiciones: no es mala idea pensar en la comida como un japonés), las tasas de cáncer son la mitad que en un país como Estados Unidos.

14. No compre comida que se llame igual en todo el mundo

En ninguna parte hay traducción para “Big Mac” ni “Pringles”. A buen entendedor…

15. No consigas tu “gasolina” en el mismo lugar que lo hace tu auto.

En otras palabras, evita la comida de los servicentros.