El turismo también amenaza a los elefantes

Paseos sobre estos gigantes grises, procesiones a templos y hasta la oferta de ser cuidadores voluntarios de elefantes bebés, financian una industria turística en el sudeste asiático que aumenta la demanda del mamífero ya peligrosamente disminuido por la caza en busca de marfil. Organizaciones conservacionistas recomiendan evitar estas actividades.

No sólo la caza furtiva, crimen que podría extinguirlos y que durante 2013 cobró la vida de más de 20 mil ejemplares por la sed de marfil, amenaza a los elefantes. El turismo en el sudeste asiático también se ha transformado en un enemigo para el paquidermo, a estas alturas dramático símbolo de cómo la fauna sucumbe a manos del hombre. Allí montar elefantes es una de las actividades más populares, pero quienes pagan por vivir la experiencia no saben lo que hay detrás.

Según la organización ProWildlife, en los últimos siete años en Sri Lanka han sido capturadas más de 70 crías de elefante. A Tailandia en los últimos dos años han llegado unos 79, en su mayoría procedentes de Myanmar y pasados de contrabando. Pero se estima que la cifra real es claramente mayor. Lo dramático es que para capturar una cría se puede llegar a matar hasta cinco elefantes adultos que tratan de proteger a la próxima generación.

Los guías maltratan al animal con un gancho afilado.

Los guías maltratan al animal con un gancho afilado.

Procesiones a los templos, cabalgatas a cargo de rústicos guías o ‘mahout’ que se sirven de lanzas metálicas para dirigirlos, hasta las básicas fotos con ellos e incluso la parada en algún ‘orfanato’ para alimentar a los bebés, son parte de la atracción turística. En la mirada conservacionista, quienes pagan por estos servicios creen que están haciendo una buena acción, pero su amor por los animales está siendo explotado por este cuestionable comercio.

Y para mantener el negocio funcionando se requieren de constantes ‘nuevos suministros’, lo que se ha traducido en algunas partes de Asia en un comercio organizado para capturar elefantes, según denuncia ProWildlife. Y África tampoco se salva: en Sudáfrica, Zimbabwe y Botswana también se los utiliza como atracciones turísticas. En el mercado negro tailandés, por una cría pueden llegar a pagar unos 24.500 euros. 

Pero según una agencia para protección del medio ambiente de Sri Lanka, la mayoría de la crías de elefante terminan a cargo de mahouts mal pagados y sin formación. “Los turistas que vienen a Sri Lanka y montan en elefante deberían reflexionar sobre el trato que reciben los animales», señala.

Desde Born Free Foundation afirman que los contrabandistas utilizan todo tipo de contactos para evitar ser detectados; establecen lazos con los vecinos y guardaparques e incluso se sospecha que veterinarios participen de las capturas adormeciendo a las crías.

Los 'huérfanos' habitualmente son capturados y sus madres asesinadas.

Los ‘huérfanos’ habitualmente son capturados y sus madres asesinadas.

 SOMETIMIENTO Y MALTRATO

En Asia es común ver elefantes como animales de trabajo, pero es a fuerza de un brutal sometimiento. La cría en cautiverio es difícil y costosa, por lo que la captura desde su estado salvaje y siendo apenas bebés es lo habitual. A costa, por cierto, de todas sus necesidades en la vida silvestre.

Así, mientras en la naturaleza viven en manadas, con complejas estructuras sociales y con recorridos de cientos de kilómetros diarios, sometidos viven encadenados con gruesas púas que los turistas parecen no ver, parados en eternas jornadas en las afueras de templos y hoteles, golpeados por los guías con un gancho afilado –llamado ankus- en partes especialmente sensibles de su cuerpo. Además de vivir solos, los métodos de entrenamiento incluyen restricciones de agua, alimento y sueño; y las lesiones y cicatrices dan cuenta de maltratos.

Incluso turistas cuentan en sus blogs de viaje la experiencia de haber visto adiestramientos tortuosos.

El orfanato de Pinnawela, en Sri Lanka, que se precia de tener la mayor cantidad de elefantes en cautiverio del mundo –cerca de 80-, el año pasado recibió casi 300 mil turistas. Es un recinto estatal y parte de la oferta de las agencias turísticas, pero no prepara a los elefantes ‘huérfanos’ para ser reintroducidos a su ambiente natural, sino que “sirven de atracción turística para hacer dinero”, según Pro Wildlife. La única manera de adquirir elefantes legales allí es a través de Pinnawela y muchos de ellos terminan por esta vía en templos, hoteles y parques.

RECOMENDACIONES

Las ONGs sugieren a los turistas no financiar este negocio, pues es la única forma de prevenir que los elefantes sean capturados y sacados de su entorno natural. También las visitas a ‘santuarios’ donde los animales permanecen encadenados y están en contacto con las personas o donde se ofrece ser ‘cuidadores voluntarios’; los únicos santuarios posibles son aquellos donde los animales están en libertad y sin contacto directo. Además, recomiendan quejarse a los operadores turísticos cuando se es testigo de maltratos.