Peligrosamente habituales se han hecho las denuncias de comunidades que claman por ayuda para detener la destrucción de su hábitat. Aún el mundo no entiende que se pone en riesgo la salud global del planeta. Científico señala que se ha subestimado el papel de la selva en la generación de lluvia, cuya escasez hoy afecta a Brasil.
Las denuncias de comunidades indígenas que habitan en el Amazonas, sobre taladores ilegales que los amenazan y matan, se han hecho inquietantemente habituales en el último tiempo. En la zona peruana de la selva, a comienzos de mes la etnia asháninka perdió a cuatro de sus líderes. En la zona brasileña, al norte del país, los ka’paor viven una historia de acoso similar por parte de madereros ilegales. Y no se puede seguir mirando a distancia, como si se tratara de un problema “indígena”.
“Sin la selva no podemos sobrevivir”, dicen ellos hoy, en un reportaje de El Mundo. Otro, de varios que han cubierto el tema para dar la voz de alerta: “La selva es para los ka’apor su despensa, su farmacia, su hogar y la esencia de su vida espiritual y cultural…sin su tierra, saben que están condenados a desaparecer”, señala el diario español. Relata que en 1989 el gobierno brasileño le reconoció 530 mil hectáreas a la etnia, pero ningún ente estatal protege este territorio. Los ka’apor ya han perdido un 30% de sus tierras y dicen que no hay forma de sacar más madera de ipê (la nueva caoba) sino es robando. El metro cúbico de ella se cotiza en 1.300 dólares, lo que estimula a los taladores.
Otra vez, como en el caso de los asháninka, son los mismos organismos de gobierno que entregan licencias a los taladores para sacar la materia prima de manera de legal del municipio, sin certificaciones que aseguren un manejo sustentable. Pero no es la única fuente de peligro. Además están los intereses mineros, ganaderos y de la industria agro-alimenticia, al acecho no sólo de su modo de vida, sino de la salud de la mayor selva del mundo y con ella la del planeta entero.
¿RÍOS VOLADORES?
Hoy buena parte de Brasil está afectado de una sequía sin precedentes que está secando ríos y embalses. Y se piensa que es por ausencia de las nubes de vapor de la Amazonía que debieran llevar la lluvia al centro y sur del país. Estas nubes, llamadas “ríos voladores”, se producen por la liberación de millones de litros de humedad de los árboles en forma de vapor.
Datos del Instituto de Investigación Espacial de Brasil (INPE) -el mismo que monitorea la deforestación amazónica, con una tasa de 5.891 km2 el último año, 29% mayor al anterior periodo-, dicen que los ‘ríos voladores’ este año durante enero y febrero no llegaron.
¿Por qué? Uno de los principales científicos expertos en clima de Brasil, Antonio Nobre, cree que la importancia de la selva en la generación de lluvia se ha subestimado.
Según cita Clima News Network: «Un árbol grande con una corona de 20 metros de diámetro evapora hasta 300 litros al día, mientras que un metro cuadrado de océano evapora exactamente un metro cuadrado», señala Nobre. «Un metro cuadrado de bosque puede contener ocho o 10 metros de follaje, por lo que evapora ocho o 10 veces más que el océano. Este río volador, que se eleva a la atmósfera en forma de vapor, es más grande que el río más grande en la Tierra».
En un día la región amazónica evapora 20 mil millones de toneladas de vapor, más que las 17 millones de toneladas que el río Amazonas descarga a diario en el océano Atlántico. Nobre ha afirmado que “la destrucción de la Amazonía para correr la frontera agrícola es como pegarse un tiro en el pie… por supuesto que necesitamos la agricultura, pero sin árboles no habría agua y sin agua no hay comida”.
¿Más claro?: “Una tonelada de soja son varias toneladas de agua para producir. Cuando exportamos soja -afirma Nobre- estamos exportando agua dulce a los países que no cuentan con esta lluvia y no pueden producir. Es lo mismo con el algodón, con el etanol. El agua es el principal insumo agrícola. Si no lo fuera, el Sahara sería verde, porque tiene suelos muy fértiles».
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