«Salvemos a los Delfines», su
hogar es el océano y no el cautiverio

“Somos su mayor amenaza y su única esperanza.

No debe estar en cautiverio, su hogar es el océano…”

Estas frases son parte de la campaña Salvemos a los delfines que la ONG Dolphin Proyect lanzó a comienzos de este año para concientizar sobre la captura, matanza y cautiverio a que son sometidos los delfines, quizás el más inteligente de los mamíferos.

Podrás reconocer a varios actores de Hollywood llamando a unirte y difundir el mensaje, desde Jennifer Aniston y Robin Williams al fallecido James Gandolfini.

Tal vez el sueño de muchos es alguna vez nadar o acariciar a un delfín. La mayoría de la gente no sabe lo que la realización de ese sueño significa para ellos.

La información disponible sobre lo que ocurre en México, Playa del Carmen, Cancún y Cozumel, lugares que entre otras cosas tienen como atractivo turístico instalaciones que permiten nadar con delfines, es ilustrativa.

En el año 2003, casi la mitad de los 28 delfines llevados a distintos delfinarios mexicanos murieron en menos de 5 años. La estadística llevó a prohibir su captura o importación en 2006. Sin embargo en la zona, existen más de 100 cetáceos en distintos recintos, los que pagan hasta 200 mil dólares por ejemplar: vienen de Cuba, donde la práctica es legal, y de sangrientas cacerías realizadas en aguas de Oceanía.

En Islas Salomón, famosa por sus cristalinas aguas para realizar buceo, este año fue portada por una acción vergonzosa: fueron asesinados 900 delfines como venganza por el incumplimiento del pago que un grupo de conservacionistas iba a realizar para que abandonaran la caza.

En Taiji, Japón, las cifras de captura y asesinato, suben hasta los 20.000 ejemplares, en su “temporada de caza”, septiembre a mayo. Japón, el más reacio a terminar con estas prácticas, las defiende porque son parte de su cultura. Allí no solo se venden los mejores ejemplares a delfinarios, sino que también se come delfín, olvidando que su carne tiene altas dosis de mercurio.

El derecho internacional hasta ahora no puede impedir la caza, pues se requiere el acuerdo de la mayoría de los países. La Comisión Ballenera Internacional, creada en 1946, con el fin de regular la caza y comercio de cetáceos (ballenas, delfines, marsopas), aún tiene la negativa de países como Japón, Noruega e Islandia.

En el caso opuesto, el gran negocio que hacen los delfinarios con los delfines nariz de botella, como Flipper, y que superan los 2 millones de dólares año, sin contar los souvenirs y la fotos, si está en manos de la gente.

Si nadie más quiere tener “la experiencia de nadar con delfines” que viven en cautiverio, se acaba.

Quienes defienden esta causa señalan que los delfines ya tienen suficiente luchando por su alimento en aguas cada vez más contaminadas (por el hombre), con la pesca de arrastre que los atrapa en sus redes, con la cacería indiscriminada que muchas veces atrapa hembras en edad reproductiva, afectando a supervivencia de toda la especie.

Costa Rica, Hungría, Chile, India, Suiza, Reino Unido, han prohibido la explotación de delfines. En Italia se está a medio camino, pues participan en espectáculos que sus detractores consideran denigrantes y que los mantienen en condiciones de hacinamiento no naturales.

Como si fuera poco, la Marina estadounidense ha reconocido que en los “ejercicios de guerra” que están planificados durante los próximos cinco años, habrá cientos de bajas, entre delfines y ballenas, según las proyecciones de modelos computacionales.

Se estiman unas 186 ballenas y delfines en la costa este, cerca de 155 entre Hawai y el sur californiano. Fuera de la costa habrá más damnificados: más de 11 mil heridos graves y unas 1.89 millones de lesiones menores, como pérdida de audición y de orientación.