La Amazonía inhala más carbono del que emite

Un estudio de la NASA acaba de zanjar el que era motivo de un largo debate entre los científicos. Los árboles muertos que liberan gas efecto invernadero son neutralizados por los bosques vivos de la mayor selva del mundo, y sigue siendo de vital importancia como reguladora del cambio climático.

Que la Amazonía es el pulmón del mundo es por todos conocido. Pero el balance global de carbono en la cuenca, producto del CO2 que generan los árboles muertos de la mayor selva del mundo, era fuente de debates en la comunidad científica que un estudio de siete años de NASA acaba de zanjar: sus bosques vivos compensan el dióxido de carbono que producen sus residuos y, por lo tanto, reducen el calentamiento global.

Según el autor del estudio, Fernando Espírito-Santo, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de NASA, cada año los árboles muertos emiten unas 1.900 millones de toneladas de carbono a la atmósfera. Al comparar estos números con la cantidad de gases que absorbe la selva y los censos de crecimiento y población de árboles, se comprobó que el efecto predominante es la absorción de CO2. Esto, gracias a nuevas técnicas de análisis de los instrumentos satelitales de la agencia espacial norteamericana, validados años antes por los científicos.

La interrogante sobre el ciclo real de carbono de la región comenzó en 1990 cuando se descubrió que extensas áreas de bosques podían ser exterminadas por intensas tormentas, llamadas purgas. El estudio, publicado por la revista Nature y producto de la colaboración de 21 científicos, es el primero que aborda el efecto de la muerte de los árboles por procesos naturales; incluso en zonas remotas donde ni siquiera había datos tomados a nivel de suelo.

Cada año, un 2% de toda la selva amazónica muere de causas naturales, pero estos fenómenos sólo tienen un pequeño efecto sobre el ciclo de carbono de toda la Amazonía, que sigue demostrando su importancia como regulador del cambio climático. Sin embargo, el estudio no abordó el impacto del hombre, principal causante de la deforestación de la selva. En 2013, su tasa de deforestación alcanzó el 28%.