Las estimaciones dicen que sería el equivalente al tránsito de un año de algo más de medio millón de vehículos y que sus emisiones de CO2 casi doblan a las generadas en Sudáfrica 2010. Sin embargo, sus estadios con certificación “verde” y algunas otras acciones lo convertirán en modelo de gestión medioambiental para otros eventos, según los organizadores. Del armadillo bolita, su mascota, en peligro, nada dijeron.
Con cerca de 3 millones de toneladas métricas de emisiones de CO2, el Mundial de Fútbol de Brasil 2014 pasará a la historia como el más contaminante, pero debido a una serie de iniciativas “verdes” también pasará como el más sustentable, según la ministra de Medio Ambiente de ese país, Izabella Teixeira, quien afirmó que en esta materia “el mundial será un tremendo legado” y sentará precedentes en gestión ambiental para futuros eventos deportivos.
Según estimaciones de FIFA, este Mundial que ya termina triplicaría las emisiones de dióxido de carbono del certamen de Alemania 2006 y casi dobla la cifra que arrojó Sudáfrica 2010, de 1.62 millones de toneladas métricas. El 84% de ellas se deberían a los desplazamientos de los asistentes al evento deportivo. O puesto en otros términos, Brasil 2014 equivaldría, según calcula la Agencia de Protección Ambiental norteamericana, a 534 mil automóviles circulando durante un año.
Entre los factores que paralelamente aminorarían sus emisiones, está el que muchos de los estadios construidos obtuvieron la certificación LEED ((Leadership in Energy and Environmental Design) sistema de evaluación para edificaciones “verdes”, que otorga el U.S. Green Building Council, EE.UU. y que evalúa el uso eficiente de agua, energía y materiales, manejo de desechos, diseño, calidad ambiental y comportamiento general durante el ciclo de vida.
El recinto Castelão de Fortaleza, en el nordeste de Brasil, fue el primero en el mundo en obtener tal calificación. Luego le siguieron Fonte Nova de Salvador, Arena Pernambuco de Recife, Maracaná de Río de Janeiro, Mineirao de Belo Horizonte y Arena Amazonía de Manaos, debido a que adoptaron tecnologías para aprovechar aguas-lluvias y energía solar, entre otros elementos.
Además se inauguró en Sao Paulo la primera planta de residuos sólidos de América Latina y se promovió el turismo sustentable.
Lamentablemente no hubo ni una palabra para el animalito que inspiró a la mascota del certamen, el armadillo bolita, especie amenazada. Previo al inicio del Mundial, conservacionistas alzaron la voz para pedir apoyar su protección. Algunos científicos propusieron que cada gol se transformara en 1000 hectáreas de áreas protegidas de su hábitat; otros animalistas conminaban a donar parte de las recaudaciones por venta de peluches inspirados en él. Nada de ello ocurrió. Y es que el Mundial, muy evento deportivo será, pero ante todo es un negocio.
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