En Nueva Zelanda una familia proveniente de Tuvalu, isleño país a mitad del Pacífico, obtuvo calidad de asilado y entre las razones estuvo el fenómeno que, según los científicos, tendrá a naciones isleñas y costas entre sus primeras víctimas. El caso ya despierta interrogantes sobre una legislación internacional que se haga cargo del problema. Mientras los isleños sufren a diario el aumento del nivel del mar.
La Convención Internacional de Refugiados no reconoce a víctimas del cambio climático como refugiados, pero ésta fue una de las razones que esgrimió un tribunal neozelandés para otorgar asilo a una familia de un remoto país, Tuvalu, ubicado a medio camino entre Australia y Hawai, según informó a comienzos de agosto The New Zealand Herald.
Aunque la familia tenía fuertes lazos con Nueva Zelanda y vivía allí desde 2007 sin documentos definitivos, se trata de un fallo que podría marcar precedentes pues es el primero en que el cambio climático es factor para la entrega de la residencia por razones humanitarias.
Expertos en derecho ambiental de ese país señalaron que aunque es muy significativa, la decisión “no proporciona un billete abierto para gente de todos los lugares que se vean afectados por el cambio climático”.
El abogado que representó a la familia aclaró que aunque el mar no ha inundado la isla, ésta ya es porosa y el mar se filtra en la superficie contaminando el agua dulce, con lo cual son muchos los que enferman por esta razón.
ANTES, UN RECHAZO
Este mismo año, los tribunales e incluso la Corte Suprema rechazaron otra petición de un hombre de Kiribati y su familia, isla vecina de Tuvalu en el Pacífico central, que vivían en Nueva Zelanda en 2007 y sostenían que su vida allá era imposible por el aumento del nivel del mar. La zona referida consta de una treintena de empobrecidos atolones de coral, la mayoría de apenas unos cuantos metros sobre el nivel del mar (el más alto a 2 metros), que son de las áreas más vulnerables al cambio climático.
Según informes científicos hacia fines de siglo (y antes, de 30 a 50 años), las aguas oceánicas subirían hasta un metro en las costas y las islas como las mencionadas simplemente desaparecerían.
“El agua dulce es un derecho humano básico… el gobierno de Kiribati no puede garantizarla porque está completamente fuera de su control”, había señalado su abogado. Y claro, el caso podría haber sentado un precedente internacional para cerca de 100 mil habitantes de Kiribati y otras poblaciones amenazadas como las de Tuvalu.
En su oportunidad, los jueces señalaron que no se les podía considerar ‘refugiados’, pues de acuerdo a las directrices internacionales no estaban siendo perseguidos directamente. Y ese es el problema que ya se vislumbra. A medida que la situación ambiental empeora irán surgiendo una nueva clase de refugiados que los protocolos internacionales no contemplan.
La decisión de rechazo ya había despertado ciertas críticas internas. Incluso reduciendo las emisiones de carbono, cosa que ni las potencias más cercanas se deciden a hacer, es poco probable que lugares del Pacífico como Kiribati, Tuvalu y las islas Marshall puedan ser protegidas, se escribió en la prensa. “Probablemente, lo más constructivo que Nueva Zelanda, junto a Australia, pueden hacer es comprometerse a dar la bienvenida a estas pequeñas poblaciones”. Incluso se cita al presidente de Kiribati, señalando que hoy la tarea diaria para ellos es “planear para el día en que ya no tengamos un país. Queremos empezar la migración ahora… no tenemos ningún motivo para retirarnos a esperar enfrentar esa realidad”.
LA AMENAZA EXISTENCIAL
El reciente visado para la familia de Tuvalu que podrá quedarse en suelo neozelandés es motivo también de un extenso artículo en Washington Post.
“Tuvalu comparte esta amenaza existencial con muchas otras naciones insulares y regiones costeras, que han luchado para crear conciencia internacional acerca de su trágica situación”, señala el prestigioso medio, recodando las predicciones científicas que dicen que para 2050 los desplazamientos masivos, inducidos por el cambio climático, van de 150 a 300 millones de personas, en su mayoría de países pobres.
Se cita a un experto en migración francés, quien asegura que las naciones y bloques geopolíticos tendrán que poner en marcha acuerdos bilaterales o regionales que garanticen protección a los desplazados por la crecida de las aguas.
Entre tanto, en Kiribati crearon el programa Migración con Dignidad, que busca capacitar a su gente en oficios calificados para cuando llegue el momento de marchar.
Este video (en inglés) que aporta Washington Post muestra hasta donde llegan las aguas hoy en Kiribati.
Este video de 4.45 minutos de duración, traducido, muestra como el mar ya arruina sus cosechas y como vislumbran el futuro sus habitantes.
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