Islandia y Noruega, los otros cazadores de ballenas

A casi tres décadas de implantarse una moratoria para cacería con fines comerciales –aún vigente-, las ballenas comunes siguen en peligro de extinción, según informe publicado en vísperas de una nueva reunión de la Comisión Ballenera Internacional. Las organizaciones ambientalistas esperan sanciones para estos países.

Las ballenas de aleta o ballenas comunes, la segunda especie más grande de la Tierra después de la ballena azul, fueron durante décadas blanco de la caza comercial a escala industrial, “una masacre desenfrenada”, que sólo se detuvo con la moratoria impuesta por la Comisión Ballenera Internacional (IWC) en 1986. Pero “casi tres décadas después, las rorcuales comunes permanecen en peligro de extinción”, señala un informe publicado hoy por la Agencia de Investigación Ambiental, EIA, en vísperas de la 65° reunión de la IWC en Eslovenia.

Aunque en abril pasado la sentencia del tribunal de La Haya detuvo las prácticas de Japón en aguas antárticas (pudiendo todavía argumentar fines científicos para cazar en el Pacífico), menos atención pública se presta a las cacerías que realizan Noruega e Islandia. Contraviniendo la moratoria vigente y la prohibición de CITES sobre comercio internacional, este último país registra exportaciones de ballena por 50 millones de dólares al año, un negocio que gira casi exclusivamente en torno a una sola compañía: Hvular.

“La caza de ballenas en Islandia moderna es un anacronismo, impulsada por la ambición y el orgullo de un hombre”, señala la Whale and Dolphin Conservation (WDC) , socios junto a EIA y Animal Welfare Institute (AWI) en la publicación del informe “La caza y comercio internacional de ballenas en peligro de extinción”, que expone la magnitud de la caza, los vínculos financieros y logísticos entre los balleneros y algunas de grandes compañías islandesas.

«Desde el año 2006, Hvalur ha matado más de 500 ballenas de aleta, para sacar provecho de una demanda limitada a Japón”, acusa la EIA, que da cuenta de exportaciones de más de 5 mil toneladas de productos de ballena al mercado nipón, incluyendo un envío único de 2.071 toneladas en 2014. «Esta masacre en curso y escalada no sólo es una bofetada de desprecio en la cara a los esfuerzos internacionales para conservar las ballenas, es una mancha de sangre en la difusión de la credibilidad internacional de Islandia y tiene que terminar ahora», añaden.

Faenando una ballena. Sept. 2014. WDC / ROB LOTT

Faenando una ballena. Sept. 2014. WDC / ROB LOTT

FLAGRANTE VIOLACIÓN

Islandia, al igual que Japón, inicialmente argumentó “programas científicos” para justificar la caza, cuando se impuso la moratoria en 1986. En 1992 se retiró de la IWC y se reincorporó en 2004, manifestando oposición a dicha moratoria. Y en 2006 reanudó la caza. Las entidades que respaldan el informe se preguntan por qué la Comisión Ballenera Internacional no ha hecho ninguna declaración sobre este comercio, sobre todo cuando 19 países miembros se opusieron a la resistencia de Islandia a la medida. Incluso plantean dudas respecto a si este país legalmente fue reintegrado a la IWC.

Ignorando protestas y medidas diplomáticas, Islandia sigue cazando. Por ello el informe insta a los miembros de la Comisión Ballenera a tomar medidas ante la flagrante violación de la normativa. Pero no hay demasiadas expectativas. Ante su reunión número 65 que parte mañana y se prolongará hasta el 18 de septiembre, Whale and Dolphin Conservation señala: “después de varios años de discusiones de consenso, estamos una vez más esperando ver algún debate significativo sobre el futuro de la política de caza de ballenas”.

NORUEGA

Este país sólo respetó la prohibición de caza hasta 1993. Desde entonces establece su propia cuota, pero el número ha ido subiendo progresivamente a pesar de que las capturas siguen siendo menores por la escasez de cetáceos. Si en 2002 se permitía la caza de casi 700, en la actualidad la cuota llega a 1.286.

A fines de agosto, cazadores noruegos se vanagloriaban de haber matado 729 ballenas. Según los ‘profesionales’ del sector, una cifra auspiciosa y récord desde 1993; en 2013 apenas lograron cazar 590. “Hay un cuello de botella a nivel de mercado y de distribución. Hay que reconstruir la demanda de carne de ballena (que está) sometida a la fuerte competencia de la carne (de animales terrestres) y de pescado”, declaraba esperanzado un productor noruego. Pero según un reciente sondeo, en la opinión pública hay un creciente rechazo de los consumidores a los productos de ballena y la caza en estos países está llamada a desaparecer por falta de demanda… así sea.