El concepto alude a las deficiencias de vitaminas y minerales esenciales, cuyas consecuencias pueden ser graves y de larga duración: deterioro mental, mala salud, baja productividad e incluso la muerte.
El último informe de la FAO de mediados de septiembre registra 805 millones de personas padeciendo hambre en el mundo, es decir que no tienen suficientes calorías para comer. Sin embargo, hay otras que aunque ingieran alimentos pueden sufrir de ‘hambre oculta” debido a que tienen niveles de vitaminas y minerales esenciales demasiado bajos para mantener la salud. Este mal, según el Índice Global de Hambre 2014 (GHI), lo sufren más de 2 mil millones de personas en 120 países analizados. En otras palabras, una de cada tres personas.
A menudo pasado por alto, el “hambre oculta” es potencialmente devastadora: debilita el sistema inmunológico, impide el crecimiento físico e intelectual y puede llevar a la muerte. Además, causa estragos económicos y bloquea a los países en ciclos de mal nutrición, pérdida de productividad, pobreza y reducción del crecimiento económico. Lo que indica que no sólo el derecho a la alimentación, sino también el acceso al tipo correcto de los alimentos y en el momento adecuado, es importante para el bienestar individual y de los países.
Cada año mueren 1.1 millones de niños por la carencia de micronutrientes del total de 3.1 millones de muertes infantiles que se producen por desnutrición. El GHI 2014 fue publicado ayer en conjunto por el Instituto Internacional sobre Políticas Alimentarias (IFPRI), la ONG alemana Welthungerhilfe y la irlandesa Concern Worldwide, en base a la medición de tres indicadores: proporción de personas subnutridas, número de menores de cinco años con peso insuficiente y tasa de mortalidad en éstos últimos.
LOS MALES
La mala alimentación y el aumento de necesidades de micronutrientes no satisfechas, especialmente en etapas como el embarazo, lactancia e infancia, ocultan el hambre con consecuencias a veces irreversibles para la salud y desarrollo de las poblaciones. Anemia por falta de hierro; pérdidas de embarazo, retraso mental, bocio por insuficiencia de yodo; ceguera nocturna por falta de vitamina A; debilitamiento del sistema inmunológico y muertes infantiles por ausencia de zinc y vitamina A, son algunos de los males mencionados.
Casi 18 millones de bebés nacen con daño cerebral por deficiencias de yodo, la anemia grave mata a cerca de 50 mil mujeres durante el parto cado año y la deficiencia de hierro afecta al 40% de mujeres en el mundo desarrollado.
¿DÓNDE?
Con todo, el GHI 2014 muestra que en la lucha contra el hambre se han hecho progresos desde 1990, cayendo de 842 millones a 805. Pero no basta ni es suficiente. El último informe, con datos de 2009 a 2013 muestra a 16 países entre los más afectados por hambre o subnutrición. Dos presentan una situación «extremadamente alarmante»: Eritrea y Burundi, en África oriental. En el África subsahariana y Asia del Sur figuran la mayoría de países cuya situación es calificada como «alarmante»: Laos, Mozambique, Níger, Centroáfrica, Madagascar, Sierra Leona, Zambia, Yemen, Etiopía, Chad, Sudán/Sudán del Sur, las Comores y Timor Oriental. Además del centroamericano Haití.
Las soluciones, según los responsables del informe, pasan por enfoques gubernamentales y de otras instituciones centrados en las dietas: diversificar los cultivos en los huertos familiares, fortificar los alimentos comerciales (agregando vitaminas y minerales como zinc, hierro) y la bio-fortificación de otros en cuanto a contenidos de micronutrientes, pero con miradas a largo plazo para lograr una diferencia duradera en el tiempo. Además, se apunta la necesidad de educar a la población, en particular a las mujeres, que son quienes más frecuentemente definen la dieta, sobre la importancia de los micronutrientes.
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