La tormentosa muerte de una ballena

A propósito de las intenciones de Japón de convencer a la comunidad internacional de reanudar la “caza científica” del cetáceo, tras el fallo de La Haya que se lo prohíbe, un diario español detalla los métodos utilizados por la industria para matar al mamífero más grande del mundo… “si las ballenas pudieran gritar, se acabaría la industria”.

El argumento de los “fines científicos” que esgrime Japón para la caza de ballenas se acabó el 31 de marzo cuando la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya falló en su contra. Sin embargo y a pesar de haber declarado que renunciarían a la caza, los nipones intentarán reanudarla, según anunció su premier Shinzo Abe esta semana, adelantando que “aumentará los esfuerzos para lograr entendimiento de la comunidad internacional”.  Ayer, el diario El Mundo publicó un duro artículo sobre cómo se mata a una ballena -de los más leídos- que aterriza el tema para saber de qué estamos hablando.

La nota parte citando a un médico que fue parte de expediciones balleneras a la Antártica y que a su regreso en 1946 escribió: “si las ballenas pudieran gritar, la industria se acabaría, porque nadie sería capaz de resistirlo”.

EXPLOSIVOS Y ARPONES

Arpones de 45 kilos impactados a 400 kilómetros por hora en las entrañas de las ballenas, inician la operación. Una vez adentro, se activa una espoleta que hace explotar una sustancia usada en los atentados (pentrita); tras la explosión, cual paraguas se abre un arpón y cuatro garfios se incrustan en la carne…

Dice la industria que la muerte es instantánea. Mentira. A lo largo de la historia –afirma el artículo- se han buscado distintos métodos (granadas antitanques, pólvora, arpones electrificados y envenenados), pero no es fácil matar a un animal de entre 40 y 60 toneladas, cuya naturaleza les permite resistir bajísimas temperaturas y profundidades de tres kilómetros.

Dos meses le duró a Japón acatar el fallo de la Haya...

Dos meses le duró a Japón acatar el fallo de la Haya…

Hoy, el uso de pentrita es generalizado entre balleneros islandeses, noruegos y japoneses y se supone que ha disminuido “el tiempo de agonía de las ballenas”. En el Pacífico Norte, los arpones se dirigen a la cabeza para que mueran antes. Los japoneses en la Antártica hacen blanco en el cuerpo, para que valga aquello de “caza científica” deben preservarse los oídos del animal y tarda más en morir: 8 minutos, pero algunos sufren hasta por dos horas y es habitual que sean re-arponeados como suerte de tiro de gracia; y esta práctica también se hace con rifles de gran calibre. Heridos y en agonía, a veces también son suspendidos de la cola y con la cabeza sumergida en el agua, para asfixiarlos. En el siglo XIX se arponeaba a los pulmones, para que murieran ahogados en su sangre.

SEGUIR CAZANDO

El primer ministro nipón se lamenta de que en el mundo “no puedan entender” que cazar y comer carne de ballena sea parte de la “cultura japonesa” y dice que tienen “respeto” y “aprecio” por los cetáceos. Su par de Agricultura y Pesca anunció un rediseño de su programa científico en la Antártica para 2015. Mientras en Japón se  realiza la “semana de la ballena” –que tiene por fin promover el consumo de este tipo de carne-, las encuestas de opinión dicen que el 60% de los japoneses estima que deberían seguir cazando pese al dictamen de La Haya.