Es un impactante filme recién estrenado que denuncia la verdadera mafia mundial que -bajo la apariencia de recicladores- trafica con desechos electrónicos tóxicos que terminan en vertederos de África y Asia, enfermando a quienes los manipulan: niños pobres, familias enteras que viven de esto y que, además, contaminan el agua y la tierra.
Cada año los países desarrollados producen hasta 50 millones de toneladas de residuos electrónicos, pero hasta el 75% de ellos no llega a las plantas de reciclaje y es exportado ilegalmente a países africanos, a China o la India. “Se calcula que el tráfico de residuos electrónicos mueve ya más dinero que el negocio de la droga”, dice la realizadora alemana Cosima Dannoritzer en su nuevo documental “La tragedia electrónica”, estrenado el 1 de junio en la TV Española y que aún es posible ver en Internet.
Dannorizter ya impactó hace unos años con “Comprar, tirar, comprar”, en que denunciaba la práctica de la obsolescencia programada, que nos obliga a reponer constantemente los bienes y que alimenta el sistema, al tiempo que agota recursos y contamina el planeta. Esta nueva realización es una suerte de segunda parte de aquella, pues retoma el lugar donde hace años registró a los niños que revuelven la basura tóxica, para revelar una auténtica red ilegal, con características de “mafia”, que está destruyendo el medioambiente y matando personas en África y Asia.
En 2013 en el mundo se vendieron 50 millones de televisores de pantalla plana, 300 millones de computadores y 2 mil millones de celulares y smartphone. Las ventas aumentan en todo el mundo y son el símbolo de nuestro estilo de vida. La otra cara de la moneda, es lo que ocurre cuando damos de baja los equipos y se transforman en chatarra.
DESDE UN VERTEDERO EN GHANA
La pregunta que hace la realizadora es ¿cómo llega todo esto a los países pobres, si el Convenio de Basilea al que adhieren 190 países, con la sola excepción de Haití y EE.UU., prohíbe desde 1989 los movimientos transfronterizos de desechos peligrosos?
Cosima Dannoritzer inicia su viaje en el mayor vertedero de Ghana, donde un periodista y activista rescata carcasas de computadores que mantienen grabados los nombres de sus primeros dueños: instituciones europeas como municipios, universidades, policías, aduanas. Buscando respuesta viaja a hacer las preguntas; pero lo habitual es que las instituciones los donen a beneficencia y se pierde el rastro de su destino posterior.
En la Unión Europea los precios de los aparatos incluyen una tasa por concepto de reciclaje, lo que cada año recauda al sistema 4 mil millones de euros. Por supuesto, existen modernas plantas de reciclaje, desde donde se recupera cobre, hierro, níquel, cadmio, poliestireno, tarjetas electrónicas reutilizables y metales preciosos, sin riesgo de contaminación para sus trabajadores. Pero no trabajan a plena capacidad y hasta el 67% de los residuos no llega.
DESDE PEQUEÑOS ROBOS A LA MAFIA
Y la respuesta es que hay robos a pequeña escala desde puntos limpios; una bovina de cobre de televisor se compra en 2 euros, una torre de computador en 4 euros, alguna pieza de refrigerador en 10 euros. Lo otro es directamente el crimen organizado. Han desbaratado mafias donde empresas fantasmas almacenan y luego exportan contenedores llenos sin hacer reciclaje ni manejo alguno de tóxicos.
En Francia, por ejemplo, las empresas deben pagar por el reciclaje de sus equipos viejos: Una de estas firmas recibía “gratuitamente” computadores. Luego los vendía hasta en dos euros a una empresa belga –que tampoco tenía planta de reciclaje- y que también compraba residuos a Reino Unido y Croacia. La logística operaba en Rumania y la mercancía salía desde Holanda hasta Hong Kong, Emiratos Árabes y Vietnam. Los accionistas están registrados en Delaware, un paraíso fiscal en EE.UU.
El documental revela datos que impactan: los recursos escasean y aunque existen normativas para el reciclaje, no son suficientes para detener el crimen: 50 mil celulares reciclados reportan 1 kilo de oro y 10 kilos de plata, equivalentes a 40 mil euros. EE.UU., donde no es ilegal exportar residuos peligrosos, produce 9.5 millones de toneladas de chatarra electrónica al año. Y aunque existen plantas de reciclaje auténticas, muchos de los que se llaman recicladores, no reciclan, sólo exportan: el 65% de sus residuos van a Asia vía Hong Kong. Este puerto, el tercero más grande del mundo, es zona franca, no hay que declarar nada y aunque hay fiscalización y se decomisan 40 contenedores de desechos al año, sigue siendo muy deficiente…
Los países en desarrollo viven de los artículos de segunda mano, pero camuflada llega la chatarra que es reciclada por los más pobres de manera artesanal, exponiéndose a contaminación por metales pesados, causante de cáncer y problemas neurológicos. En poblados pobres de China, se muestra como el ácido con que funden pequeñas cantidades de oro de celulares se vierten a los ríos… eso explica en parte porque el 97% de las aguas subterráneas de este país están contaminadas.
El panorama es desolador, pero quizás una nueva cultura puede surgir en el primer eslabón de la cadena, los consumidores. Algunas iniciativas como Ifixit.org están llamando a éstos a reparar sus aparatos y a prolongar su vida útil, en vez de tirar y salir a comprar el nuevo modelo. Para ello, claro, primero hay que resistir el impacto de la publicidad y la pulsión por tenerlo.
Duración 53.51 Minutos.