Quienes tienen abuelos les habrán escuchado decir mil veces que, en sus tiempos, las cosas se compraban para toda la vida. El refrigerador, la cocina, la lavadora, entraban en esa categoría y, seguramente, los comentarios siguientes eran que en la actualidad TODO es desechable.
Sí, es verdad lo que dicen los abuelos y también que hoy lo imperante es la cultura del recambio. Pero al detenerse a pensar, algo no calza: ¿por qué con la tecnología antigua los artefactos duraban más y con los tremendos avances que hoy tenemos no duran nada?
La respuesta es simple: el sistema económico no funciona, si la gente no compra. En otras palabras, la obsolescencia programada, término que alude la vida útil de todo cuanto se fabrica, está perfectamente calculada y diseñada.
Afortunadamente, el término está comenzando a circular cada vez más. De hecho, existe un movimiento que pretende luchar contra está imposición, pues sus consecuencias no sólo son económicas. La cantidad de basura tecnológica generada por esta lógica no es sustentable para el planeta. En 2005 hubo más de 100 millones de celulares desechados sólo en EE.UU. Imaginar las cifras mundiales de aparatos computacionales, fotográficos, de línea blanca, televisores… da escalofríos.
Algunos números respecto a la extracción de recursos y posterior producción: una tonelada de papel supone 98 toneladas de otros materiales, 100 mil millones de latas de aluminio son consumidas al año en EE.UU. (más datos y la historia de la obsolescencia programada aquí).
El sistema productivo actual implica el despilfarro de nuestros recursos naturales.
La industria que los fabrica no se hace cargo de ellos, aunque sus departamentos de relaciones públicas puedan decir que reciclan, y se hagan esfuerzos –en los que hay que insistir- para concientizar a los usuarios de tirarlos en los depósitos que corresponden, la velocidad de fabricación y venta es mayor.
UNA HISTORIA
Benito Muros, ingeniero español, 52 años, hace catorce años marcó un camino en el tema al enterarse de la ampolleta que desde 1901 está encendida en un cuartel de bomberos en Livermore, localidad de California (se la puede ver aquí).
Junto a otros colegas, hace dos años crearon una ampolleta que garantiza una vida útil de al menos 25 años. Lo que a todas luces era una tremenda noticia, de pronto se transformó casi en una película de terror. Tras presentar toda una línea de iluminación con tecnología Led a un concurso en Cataluña, comenzaron las amenazas de muerte, amedrentamiento, campañas de descrédito e incluso soborno (afirma que le ofrecieron un maletín lleno de euros si olvidaba la idea).
Se estima que 7 mil millones de ampolletas van a los vertederos en el mundo. La ampolleta de Muros ahorra un 92% de energía menos que las incandescentes, un 85% respecto a las halógenas, emite un 70% menos de dióxido de carbono y, además, es reparable.
En realidad, en palabras de Muros “no se funde nunca, pero como no lo veremos, ofrecemos una garantía de 25 años”. Obviamente su tecnología no está a la venta en cualquier estantería “las distribuidoras nos dicen que viven de las que se funden”. Por lo tanto, está a la venta por Internet, a 37 euros.
Respecto a la credibilidad de Muros hay tantos a favor como en contra, basta pasear por la red. Se habla de apropiación indebida por parte de un ex socio. Este pone en duda incluso que pueda vender porque la innovación es aún un prototipo. Y un par de sitios cubanos a mediados de este año informaban que Muros ya estaba en conversaciones para que las ampolletas, de 6.5 vatios (equivalentes a las incandescentes de 100) se fabricaran y ensamblaran en la isla, en La Habana y Santa Clara. No ha podido encontrar interesados en la otra parte del mundo…
Las amenazas, afirma, las puso en conocimiento de la policía. Y en su sitio web expone su filosofía: “OEP Electrics es la única empresa en el mercado sin obsolescencia programada…. Que supone un nuevo concepto de modelo empresarial… gracias a la comercialización de productos que no estén programados para tener una corta vida sino que respeten el medioambiente y que no generen residuos que vayan a parar a países del tercer mundo”.
En el mismo sitio convoca a unirse a SOP, Sin Obsolescencia Programada, movimiento que pretende “una nueva manera de hacer las cosas”. En varias entrevistas se ha explayado más al respecto:
“Es cambiar el modelo económico, que no esté basado en el crecimiento, ni en el capitalismo especulativo, creador de 2.800 millones de pobres en el mundo, que sobreviven con menos de 1 dólar al día. Un modelo que ha concentrado hasta en un 8% la riqueza en el mundo, y que opera a través de paraísos fiscales, endeudando a los países y a las personas utilizando los excedentes de dinero que obtienen fabricando cosas con baja durabilidad, para controlar la deuda soberana de los países y someter a la gente al control de los precios y de las materias primas, creando necesidades donde nos la hay”.
Con todo, el ex socio reconoce que gracias a él son muchos los interesados en la Obsolescencia Programada y en tomar una postura activa en su contra.
EN PANTALLA
El documental “Comprar, Tirar, Comprar”, de 2011, premiado por la Academia de Ciencias y Artes de Televisión (española) denuncia el interminable ciclo a que nos somete el consumo gracias a la caducidad programada. Su cámara registró en EE.UU. Ghana, Francia, Alemania y España. Fue el resultado de tres años de investigación y repasa la historia de esta práctica, ya reconocida antes de la crisis de 1929 cuando el mundo publicitario afirmaba que “un artículo que no se desgasta es una tragedia para los negocios”, y muestra los desastres medioambientales que genera.
Los escépticos han dicho que es mucho tiempo para decir una trivialidad: que las empresas quieren ganar dinero a toda costa y nuestra sociedad despilfarra.
Quizás con un consumismo tan enraízado, haga falta mostrar obviedades que de tan cerca no vemos.
Después de ver el documental, decida usted.
Duración: 52.18 Minutos. En español.