Un estudio de la Universidad australiana de Flinders reveló que hay cinco veces más volumen que en los lagos de agua dulce del planeta. Acuíferos potenciales de ser usados para palear la escasez de agua que se avecina en el mundo, según todos los pronósticos, pero que requieren de estudios de sustentabilidad e impacto ambiental, pues no son renovables.
Es, literalmente, agua “fresca”. Cuando escasea en el mundo, cuando las grandes industrias agroalimentarias intentan privatizar un recurso tan esencial, nuestro planeta azul da nuevas esperanzas.
Las reservas hídricas que hay bajo los fondos marinos representan cinco veces el volumen de los lagos de agua dulce del planeta, un maná potencial vital para generaciones futuras que podría evitar una crisis mundial de agua.
Una investigación de la Universidad australiana de Flinders, que fue publicado en la última edición de la revista Nature, revela que hay reservas de agua de baja salinidad enterradas bajo el lecho marino en las plataformas continentales de Australia, China, América del Norte y Sudáfrica.
«El volumen de este recurso hídrico es cien veces mayor que la cantidad que hemos extraído de debajo de la superficie de la Tierra en el siglo pasado, desde 1900″, señaló el principal autor del estudio, Vincent Post, del Centro Nacional de Investigación y Enseñanza de Aguas Subterráneas (NCGRT) y la Escuela de Medio Ambiente de la Universidad de Flinders.
Se trata de aproximadamente medio millón de kilómetros cúbicos de agua baja en sal. «El conocimiento de estas reservas es una gran noticia, porque este volumen de agua podría sostener algunas regiones durante décadas», precisó Post, quien es doctor en hidrología, especialista en sistemas de aguas subterráneas costeras.
Los científicos sabían de las aguas dulces subterráneas presentes bajo el lecho marino, explica Post, pues es un componente natural del ciclo hidrológico, pero este proceso no explica los grandes volúmenes de agua.
Además, pensaban que ocurría en condiciones excepcionales. «Nuestra investigación muestra que los acuíferos dulces y salobres bajo el lecho marino son en realidad un fenómeno bastante común», señala.
Las reservas se formaron cuando el nivel del mar era más bajo de lo que es hoy, hace cientos de miles de años. “Cuando llovía el agua se infiltraba en el suelo y llenaba ciertas cuencas en áreas que hoy están bajo el mar. Sucedió en todo el mundo, el nivel del mar aumentó y cuando las capas de hielo se derritieron, hace unos 20 mil años, esas zonas quedaron cubiertas por el océano”.
La noticia, reconoce el especialista, “es muy emocionante”, sobre todo cuando el agua dulce en el planeta está bajo un estrés cada vez mayor; donde muchos en África no tienen agua y en el mundo desarrollado otros tantos carecen de acceso. La ONU estima que en unos años la mitad de la población mundial podría sufrir escasez y la demanda aumentaría un 40% de aquí a 2030. “Esto significa que hay más opciones a considerar para ayudar a reducir el impacto de las sequías y la escasez de aguas continentales”, dice Post.
LA EXTRACCION
La salinidad de los acuíferos es lo suficientemente baja como para convertirse en agua potable; de hecho son similares a los acuíferos de tierra. Sin embargo, es necesario hacer muchas evaluaciones de sostenibilidad e impacto ambiental antes de pensar en extraerla. Y algunas prácticas como la exploración y explotación de petróleo y gas pueden contaminar los acuíferos. Además, las reservas no son renovables. «Debemos utilizarlas con cuidado – una vez extraídas, no se repondrán hasta que el nivel del mar caiga de nuevo, lo que no es probable que suceda por un largo tiempo, señala Post.
Las alternativas de extracción son dos: perforar el fondo marino, para lo cual es necesario construir una plataforma en el mar, similar a las que se usan para la explotación petrolera, pero sería de altísimo costo. O un taladro desde el continente o de isla cercanas.
Los datos del estudio fueron recabados en el marco de actividades de exploración petrolera. El uso potencial de estas reservas ofrecen un claro incentivo para la investigación, señala la revista Nature, al que deberían aportar no sólo la ciencia de la hidrogeología, sino también la sedimentología y la geoquímica marina.
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