Un reciente artículo del diario estadounidense The New York Times da espacio a una mirada que cuestiona los reales beneficios de grandes proyectos v/s su impacto económico, ambiental y social. Antiguos defensores han cambiado de opinión; el Banco Mundial dice que se trata de revivir estrategias moribundas para financiarlas y un estudio de Oxford revela que sus costos son demasiado altos para tener rentabilidad. Recomiendan proyectos eólicos, solares y mini-centrales.
Con el elocuente título de “Las grandes represas no compensan los costos (asociados)”, el influyente diario norteamericano The New York Times, recogió en un extenso artículo de mediados de agosto, un enfoque que cuestiona que éstas sean la solución a los problemas energéticos mundiales.
El autor, Jacques Leslie, es un reconocido periodista, nominado dos veces al Pulitzer por corresponsalías durante la guerra de Vietnam y más tarde en India, y autor de varios libros, entre ellos “Agua Profunda: lucha épica en las represas, gente desplazada y medio ambiente”, 2005, donde sostiene que el agua será en este siglo, lo que fue el petróleo en el siglo pasado: “un recurso natural cada vez más escaso y el premio a una batalla de carácter mundial”.
LARGA DECEPCIÓN
Las grandes represas no valen la pena. Así de claro lo plantea quien es sindicado como autoridad mundial sobre el tema, consultor frecuente de grandes proyectos y que a los 84 años de edad confiesa que muchas de las que están construyéndose hoy, tendrán “consecuencias ambientales y socioeconómicas desastrosas”.
Profesor de antropología emérito en el Instituto de Tecnología de California, Thayer Scudder era un defensor de las represas cuando en 1956 comenzó a documentar el impacto del reasentamiento forzado de los habitantes de Tonga, villorio africano de casi 60 mil habitantes que fue desplazado de su hogar ancestral a lo largo del río Zambezi e instalado más abajo, en tierras infértiles.
La represa Kariba fue posible gracias al mayor préstamo de entonces del Banco Mundial, pero los desplazados hoy siguen carentes de electricidad, los golpea el desempleo y alcoholismo, la pobreza los ha llevado a la caza furtiva de elefantes, prostitución y drogas.
Señala el autor del artículo, que Scudder se fue decepcionando en el camino. Más recientemente, como consultor apoyó la construcción de Nam Theum 2, una represa en Laos –que terminó de construirse en 2010-, porque el proyecto incluía programas que mejorarían las condiciones de vida de los desplazados. Los objetivos de los programas no se han cumplido y los dueños de la represa quieren “devolverle” la responsabilidad al gobierno.
“Nam Theum 2 confirmó mi sospecha –dice el consultor con 58 años de carrera y 84 en el cuerpo – de que construir una gran represa es demasiado complejo y perjudicial para recursos naturales de valor incalculable”, y hoy le alegra haberse opuesto en 1992 a una represa que habría matado uno de los mayores humedales del mundo en el Delta de Okavango en Botswana.
ESTUDIO DE OXFORD
El artículo menciona un estudio de la Universidad de Oxford, publicado en marzo, que señala que “los costos reales de construcción de las grandes represas son demasiado altos para obtener una rentabilidades positiva”, basado en estadísticas de 245 represas construidas entre 1934 y 2007.
Se revela que los costos son casi el doble de las estimaciones previas a la construcciones; que en promedio demoran 8.6 años, un 44% más de lo previsto, por lo tanto que son “ineficaces para resolver crisis energéticas urgentes”; y que se las promueve con excesivo optimismo, por no decir con “engaño y corrupción flagrante”.
Estos grandes proyectos, según el estudio, son concretados gracias a préstamos a los países de acogida, pero la mayor parte de los ingresos provienen de la venta de electricidad en moneda local y cuando hay que pagar el préstamo es en dólares. Y que se evalúan los desempeños económicos según si los bancos recuperan sus préstamos, y lo hacen en la mayoría de los casos, pero a costa de debilitar las economías locales. Como ejemplo se menciona que buena parte de crisis a partir de los ’80 en Turquía, Brasil, México y la antigua Yugoslavia, se deben a ellas.
Hoy en Pakistán se construye una represa con un costo previo estimado en 12.700 millones de dólares (al cambio de 2008); que sería finalizada en 2021. Ya se sabe que será terminada no antes de 2027, con un costo previsto para entonces de 35 mil millones de dólares (de 2008)… ¿Qué recomiendan los autores del estudio? “Alternativas energéticas ágiles”, eólica, solar y también mini-hidroeléctricas.
El artículo publicado en The New York Times finaliza señalando que empresas chinas, brasileñas e hindúes están construyendo cientos de represas en todo el mundo, cuando hace un año el Banco Mundial dijo que para financiarlas se estaba tratando de revivir una “estrategia moribunda”.
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