Desde la ingeniería climática se investigan tecnologías que permitan mantener a raya el calentamiento global. Los costos en dinero y efectos secundarios son altos y quedan décadas antes de aventurarse a problarlos. Si llegan a usarse, dicen sus promotores, es porque fallamos como ‘guardianes de la Tierra’. Otros científicos apuntan a lo doméstico: cómo enfriar los edificios para no usar el aire acondicionado.
El desafío del cambio climático y la meta de no superar los 2°C en el aumento de la temperatura promedio de la Tierra tiene a los científicos de cabeza. Y han explorado diversas posibilidades y tecnologías. Algunas de ellas provenientes de la geo-ingeniería y con severos riesgos asociados, como mayores sequías e inundaciones, otras con promesas más prácticas, como simplemente disminuir el uso de aire acondicionado.
Según tres investigadores citados en The Guardian e involucrados en proyectos ingleses para succionar el dióxido de carbono del aire y bloquear los efectos del calor solar sobre el planeta, pese a las consecuencias negativas estimadas de estas iniciativas, no deben detenerse. Los detractores de la geo-ingeniería o ingeniería climática han advertido que ésta podría sólo agravar la situación, pero ellos dicen que los daños que provocaría el calentamiento global son tan altos que el uso de estas tecnologías serviría como último recurso.
Una de las iniciativas, el proyecto SPICE, explora las formas de inyectar partículas a nivel de la estratósfera para enfriar el calor atmosférico. Matthew Watson, de la Universidad de Bristol, ha dirigido algunas de estas investigaciones y reconoce que aunque por temas de viabilidad y seguridad la geo-ingeniería es “aterradora para muchas personas y me incluyo… son preguntas que deben ser respondidas”.
Para el profesor Steve Rayner, Universidad de Oxford, involucrado en Climate Geoengineering Governance, hay temas de seguridad involucrados, que requieren de tratados internacionales para supervisar los proyectos que intentan “bloquear el sol”.
El proyecto Integrated Assessment of Geoengineering Proposals, donde participa el profesor Piers Foster, de la Universidad de Leeds, examinó seis tipos de “gestión de la radiación solar” (Solar Radiation Management) con modelos computacionales. Todos eran capaces de reducir la temperatura, pero al mismo tiempo empeoraba las inundaciones o sequías para el 25 a 60% de la población mundial .
Entre las alternativas figuran: pulverizar partículas de sulfato en la atmósfera para bloquear la luz solar; “adelgazar los cirros altos (tipo de nube) para permitir que escape el calor; pulverizar sustancias sobre los océanos para “blanquear” la superficie y reflejar más luz solar; cubrir todos los desiertos con materiales brillantes.
Todas ellas afectan las precipitaciones al alterar la circulación atmosférica, producto de los cambios de temperatura entre los océanos y la tierra. Según los expertos, son difíciles de manejar, con efectos secundarios altamente perjudiciales e implementarlas podría tomar veinte años. Y, además, no eliminan el CO2 del aire.
¿Y EL CO2?
La geoingeniería enfocada en la “eliminación del dióxido de carbono” (Carbon Dioxide Removal), tendría menos daños colaterales y sería más fácil de controlar, pero tomará varias décadas desarrollar la tecnología y otras tantas que la disminución de CO2 tenga un efecto de enfriamiento.
Las tecnologías BECCS (Bioenergy Carbon Capture and Storage), otra alternativa, pasan por grandes extensiones de vegetación que capturan CO2 (con impacto en el uso de suelo y la seguridad alimentaria) y también el almacenamiento de este gas bajo la tierra.
Cualquiera de estas tecnologías tendrán altísimos costos, incluidos los secundarios, pero no se descartan y se sigue investigando. Pero los científicos reconocen que si alguna vez llegan a usarse es porque “hemos fallado como guardianes del planeta”.
ENFRIAR LOS EDIFICIOS
Abocados a lo más “doméstico”, otros científicos de la Universidad de Stanford acaban de presentar un prototipo que ubicado en los techos es capaz de reflejar el 97% de la luz solar y “enfriar” los edificios, disminuyendo el calor y bajando el consumo de electricidad por concepto de aire acondicionado.
Se trata de un modesto aparato –20 centímetros de diámetro, sobre un panel reflectante-, que también podría usarse en los autos y que está compuesto de varias capas ultrafinas de un material que por un lado refleja la luz que llega a su superficie y por otra traslada al exterior el calor (radiación infrarroja) del interior del edificio.
Esta lámina compuesta de siete capas de dióxido de silicio y óxido de hafnio, sobre una capa de plata, tiene un grosor menor que la más delgada lámina de aluminio. Sus creadores creen que con más desarrollo, la tecnología podría estar disponible en cinco años y masificarse con bajos costos de instalación.
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