Menos carne y menos leche para frenar el cambio climático

Un nuevo estudio señala que una posible vía para evitar un aumento de los peligrosos gases efecto invernadero es bajar el consumo de carnes rojas y lácteos. Es una alerta por la tendencia a la dieta occidental de los excesos y sugiere reducir el desperdicio de comida y fomentar una agricultura sostenible. De continuar la tendencia, la sola producción de alimentos será responsable de las emisiones estimadas para la economía global en 2050. 

Un cambio de dieta, drásticamente reducido en carnes rojas y leche, además de bajar los  niveles de desperdicio de comida, son las recomendaciones de un nuevo estudio que advierte sobre los riesgos de que por si sola la actual tendencia en la producción de alimentos alcance e incluso supere, las metas mundiales de gases efecto invernadero para el año 2050.

Los investigadores de la Universidad de Cambridge y de Aberdeen dicen que los gustos globales hacia dietas occidentales, basadas en carnes rojas, harán aumentar la demanda de tierras cultivables que tendrían que destinarse al ganado. Eso, para satisfacer a una población estimada en 9.6 mil millones de habitantes.

MÁS CARNE, MÁS METANO, MENOS BOSQUES

Según los cálculos, para esa fecha, las tierras de cultivo se habrán ampliado a un 42% y el uso de fertilizante a un 45%, respecto a los niveles de 2009. En tanto una décima parte de los bosques tropicales habrá desaparecido. La deforestación, el gas metano proveniente de la industria ganadera y el uso de fertilizantes, sumados aumentarán en un 80% los gases efecto invernadero, lo que podría llevar a la producción de alimentos a emitir lo que se espera que emita la economía global en 2050.

Es simple: mientras más carne comemos, más cultivos son destinados como materias primas para alimentar a los animales que proveen carne a los seres humanos; y la conversión de plantas en este tipo de alimento es cada vez menos eficiente, impulsa la expansión agrícola, la conversión del uso de suelos y libera más emisiones.

“La producción de alimentos es el principal motor de la pérdida de biodiversidad y un gran contribuyente al cambio climático, por lo que nuestras opciones de comida importan”, dice Bojana Bajzelj, principal investigador del estudio, publicado en Nature Climate Charge. Lo que está en juego, sí, es frenar los gases efecto invernadero que causan el cambio climático, pero también la seguridad alimentaria. “Es imperativo encontrar maneras de lograr seguridad alimentaria mundial, sin expandir los cultivos o pastos”, explica.

¿CÓMO?

Bastaría con hacer un cambio en la dieta global para mitigar los efectos sobre el medio ambiente. Afirman que esto puede lograrse reduciendo a la mitad los residuos de alimentos (hoy estimados en 280 kilos por persona al año) y bajando la demanda de alimentos dañinos para el planeta: carnes rojas.

Según el modelo utilizado en el estudio, a estos dos factores hay que sumar la intensificación de una agricultura de tipo sostenible, para lograr esa meta.

“Las dietas occidentales se caracterizan cada vez más por el consumo excesivo de alimentos, incluidas carnes y productos lácteos. Probamos un escenario donde todos los países logran una alimentación equilibrada –sin exceso de azúcares, grasas y productos cárnicos-. Esto reduce significativamente las presiones sobre el medio ambiente”, señalaron.

¿Cuál es la dieta sugerida? Nada terrible: considera dos porciones de carne roja de 85 gramos, cinco huevos por semana y una porción de aves de corral. Ellos mismos lo dicen. “No es un argumento vegetariano radical, es un argumento de comer carne en cantidades razonables, como parte de una dieta equilibrada”.  Además de beneficios para la salud, se evitarían los riesgos del cambio climático. Lo contrario sería intentar “descarbonizar el sector energético y la industria”, cuestión que ven más difícil.