Hasta 6 pozos de más de 40 metros de profundidad podrá perforar la compañía anglo-holandesa este verano en el hemisferio norte, gracias a la autorización dada por el gobierno de EE.UU. Ambientalistas se movilizan… pero el guión de la historia parece ya escrito.
¿Qué hacer cuando ganan los poderosos y todo indica que la historia se escribirá a su ritmo? Denunciar, protestar, manifestarse. Es lo que vienen haciendo ciudadanos de Seattle, activistas de Greenpeace y defensores del medio ambiente desde hace exactamente un mes, luego que el pasado 11 de mayo el gobierno de Barack Obama autorizara a Shell a regresar al Océano Ártico para insistir en sus planes de extraer petróleo.
La decisión de la Oficina de Administración de Energía Oceánica (BOEM) señaló que aprueba “condicionalmente” la exploración en el Mar de Chukchi, frente a las costas de Alaska, refiriendo que es requisito que Shell obtenga “todos los permisos necesarios de otras agencias estatales y federales” antes de iniciar maniobras; entre ellos de la Oficina de Seguridad y Control Ambiental, Ley de Protección de Mamíferos Marinos y Ley de Especies en Peligro.
El documento dice que se han considerado “normas de seguridad rigurosas” y habla del “establecimiento de altos estándares para la protección de este ecosistema crítico, nuestras comunidades árticas y las necesidades de subsistencia y tradiciones culturales de los nativos de Alaska”.
Pero nadie lo cree. No al menos los ambientalistas que recuerdan bien los desastres ecológicos que ha dejado el petróleo en el mundo (Chevron en la selva amazónica de Ecuador; Shell en Nigeria y que mantienen al Delta del Niger como uno de lugares más contaminados del mundo). Shell ha invertido entre 4 y 5 millones de dólares en el Ártico, en 2012 hizo sus primeras prospecciones, pero una serie de incidentes que pusieron en peligro a sus técnicos y equipos los llevaron a suspender las operaciones en 2013 y el año pasado las detuvo un tribunal.
Las agrupaciones ecologistas no se hicieron esperar para reiterar los riesgos ante eventuales derrames de crudo en aguas gélidas –el propio gobierno norteamericano ha reconocido que hay un 75% de posibilidades de que eso ocurra- y los posteriores impactos ambientales a la fauna, habitantes como los esquimales que cazan ballenas para su subsistencia y la salud global del planeta por su rol clave de cómo regulador del clima.
KAYAKTIVISTAS EN SEATTLE
Apenas EE.UU. dio luz verde a la petrolera, ambientalistas de Seattle, partiendo por su alcalde se movilizaron. Sabían que Shell atracaría en el puerto de la ciudad parte de su flota. Aunque el empresariado intentó amedrentar recordando los empleos que aporta a la economía local el sector portuario –unos 22 mil, con una contribución de 2.1 mil millones de dólares-, el alcalde instó a rechazar el arrendamiento por dos años a Shell (13 millones de dólares), que ha usado sus astilleros desde 2012 para renovar equipos de perforación.
“Justicia ambiental” rezaban los carteles portados por cerca de 500 “kayaktivistas” –activistas en kayaks de todas las edades-, a los que se unieron canoas, veleros y una barca movida por energía solar, llamada “plataforma del pueblo” –construida con aportes voluntarios-, rodearon a mediados de mayo la plataforma de la petrolera para mostrar su descontento.
Los primeros fueron seis activistas de Greenpeace que abordaron un buque de Shell con destino al Ártico que llevaba una unidad de perforación en su paso por el Pacífico. A la compañía anglo-holandesa no le gustó: recurrió a la justicia y consiguió que un juez federal de Anchorage, Alaska, prohibiera a Greenpeace acercarse a cualquier barco e incluso a las boyas de anclaje de la flota de Shell presente en el Mar de Chukchi. La medida establece una “zona de seguridad” de 300 a 5000 pies (de 100 a 1.600 metros) y estará vigente hasta el 31 de octubre.
OBAMA CULPABLE
«¿Por qué está permitiendo la extracción de petróleo en el Ártico, si usted está preocupado por el cambio climático?», le preguntaron hace unos días a Obama por Twitter. La respuesta del presidente levantó aún más críticas: “Ya que no podemos evitar completamente la explotación de petróleo en la región, estamos estableciendo los más altos estándares posibles”.
“Está haciendo que parezca que la decisión no está en sus manos, cuando lo está”, fue lo más suave que le dijeron; que es incoherente con la “retórica” del mismo mandatario de apoyar medidas contra el cambio climático. “Barack Obama invitó a Shell a perforar”, escribieron directamente este martes en The Guardian tres destacados activistas.
Naomi Klein (autora de “Esto lo cambia todo: capitalismo v/s el clima”), Annie Leonard (creadora de “Historia de las cosas”) y Bill McKibben (fundador de 350.org, red por un movimiento climático global), parten diciendo que Shell disputa con una o dos el título de la empresa más irresponsable del planeta… el Ártico se derrite, las temperaturas aumentan y Shell es la primera en la fila para ir a perforar aguas recién fundidas, por un petróleo que elevará aún más las temperaturas”.
Los estudios señalan que si se abren los depósitos gas y petróleo del norte será imposible proteger el clima, dicen los ‘columnistas’ y aclaran: “Es cierto que no se puede detener a los rusos y canadienses en su territorio, pero en los EE.UU. la decisión fue totalmente de él”, acusan a Obama.
El plan presentado por Shell incluye la perforación de hasta 6 pozos de 140 pies de profundidad (42.6 mts.), 70 millas (112.6 km) al noroeste de la Aldea de Wainwright, con un buque de perforación y otra unidad semisumergible. Según el Servicio Geológico de EE.UU., en sus aguas territoriales habría unos 24 mil millones de barrilles de crudo y en todo el Ártico cerca del 20% de las reservas mundiales de gas y petróleo.
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