¿Comerías salmón transgénico?

“Frankenfish” le llaman sus opositores y esta más cerca de nuestros platos de lo que se cree. La empresa que produce huevos de salmón genéticamente modificados fue autorizada a exportarlos a su planta en la selva panameña ¿para qué?: Para que cualquier piscifactoría del mundo pueda comprarlos una vez que la FDA apruebe su consumo humano.  

Una cosa es comer vegetales genéticamente modificados. Otra, comer animales. Esa posibilidad no es tan lejana como pudiera pensarse. En Canadá, la empresa norteamericana AquaBounty Technologies logró la autorización de ese país para cultivar a escala industrial huevos de sus salmones transgénicos, a los que se les ha introducido la hormona del crecimiento de un salmón natural de mayor talla y otro gen de peces que viven en aguas más lejanas y frías.

Por cierto, para llegar a las mesas de casas o restaurantes, queda todavía la aprobación de la FDA (Food and Drugs Administration) norteamericana, pero de esta ‘oficina’ no cabe esperar demasiado. Mucha historia está escrita en relación a permisos basados en supuestos ‘estudios científicos’ financiados por empresas interesadas y que aún son cuestionados por la comunidad científica. Sobre los transgénicos basta revisar cómo fueron autorizados en su momento, allá por 1992; años después el ex coordinador de biotecnologías de la FDA confesó que la decisión fue “política”, pues no hubo estudio alguno.

La autorización canadiense (publicada el 23 de noviembre en un rincón de la Gaceta de Canadá, según informa The Guardian esta semana) permite la exportación de hasta 100.000 huevos de sus salmones producidos en la planta de la Isla Príncipe Eduardo, costa canadiense, hacia los viveros que la empresa posee en una tupida zona de selva en tierras panameñas. ¿Objetivo? Desde allí vender esos huevos a cualquier piscifactoría del mundo que desee adquirirlos…

PRIMER ANIMAL OGM, 20 AÑOS, 60 MILLONES DE DÓLARES

Pero, ¿cuál es la discusión de fondo?: Sería la primera autorización en la historia para la comercialización de animales alterados genéticamente. Es decir, para consumo humano. Las consecuencias de aquello a nivel de salud, están por verse. Y ¿las consecuencias medioambientales si estos salmoncitos más grandes terminan contaminando a nuestros salmones naturales?

Es que esta autorización para producción a gran escala, está mirando al futuro. Otras 30 especies de peces OGM (entre ellos tilapia y trucha, además de vacas, pollos y cerdos) de diversas industrias están en la fila para recibir el visto bueno si AquaBounty recibe el “ok” de la FDA.  Por supuesto, las autoridades de Medio Ambiente canadienses declararon que no hay mayor riesgo en la eventualidad que un pez de estos escape y se infiltre en la cadena alimentaria y que de momento no está autorizada la venta para consumo humano. “Hay medidas estrictas en el lugar para prevenir la liberación de este pez”, señalaron en correo electrónico a The Guardian.

«Este es un hito importante en nuestros esfuerzos para hacer que el salmón AquAdvantage –nombre comercial del salmón de AquaBounty- esté disponible para la producción comercial», señaló un ejecutivo de la compañía, que ha invertido 20 años y unos 60 millones de dólares en el cultivo experimental en la Isla Príncipe Eduardo, para luego trasladar los huevos a un escondido recinto en la selva centroamericana y una vez que los salmones –del orden de 5.000- han crecido al tamaño esperado son destruidos.

CANADA: FUENTE DE RIESGO AMBIENTAL GLOBAL

El salmón natural del atlántico sobre el que “se trabajó” limita su crecimiento debido a las bajas temperaturas. El gen inyectado de un salmón Chinook (de mayor tamaño) y el de una anguila de aguas frías, permite al transgénico crecer al doble de rápido, con lo cual alcanza su tamaño comercial en 18 meses y no en 30.

La respuesta de Canadian Biotechnology Action Network, una coalición de más de 17 agrupaciones de agricultores, ambientalistas  y otras organizaciones civiles preocupadas sobre la ingeniería genética en la alimentación y agricultura, ha catalogado la aprobación canadiense “alarmante” y que sitúa a Canadá como “fuente de riesgo ambiental global”.

“La producción de huevos de salmón genéticamente modificados en Canadá pone en peligro el futuro del salmón atlántico salvaje en todo el mundo”, dicen, y acusan que la decisión fuera tomada “en total secreto y sin ningún tipo de consulta”.

«Este es un paso concreto a la realidad de los peces modificados genéticamente en nuestros platos, y por desgracia, es un paso dramático…Se inicia una cadena de decisiones que podrían ser simplemente desastrosas para nuestros ecosistemas acuáticos», concluyen.

“FRANKENFISH”

Mientras en la Isla Príncipe Eduardo (PEI) sus habitantes se lamentaban: «Estamos devastados que PEI es ahora oficialmente la sede del Frankenfish, no queremos que nuestra isla sea la fuente de esta peligrosa contaminación».

Además, tres días antes de la publicación de autorización, el 21 de noviembre, en Panamá un grupo ambientalista presentó una denuncia alegando que la investigación y el desarrollo de los peces de AquaBounty utilizando los huevos enviados desde PEI, no estaba en conformidad con las regulaciones ambientales nacionales e internacionales.

¿Que dirán los consumidores? Hasta ahora la idea despierta pasiones no sólo entre ambientalistas. En marzo de este año una serie de cadenas de supermercados norteamericanos, además de comercios minoristas, se comprometió a no vender salmón transgénico en respuesta a la preocupación por la decisión que debe tomar la FDA sobre el tema y que se encuentra en sus etapas finales.

No son los grandes del negocio como WaltMart, pero representan un segmento importante al que se suman los activistas de la vida saludable y sostenible. En EE.UU. la discusión sobre el etiquetado de los alimentos y la expresa información de aquellos que incluyen ingredientes transgénicos –como soya y maíz- ha estado al rojo.

Monsanto, PespiCo y Nestlé, entre otros poderosos del negocio agroalimentario, han gastado millones en campañas que buscan persuadir a los consumidores de que no es necesaria una etiqueta con tanto detalle. Desgraciadamente han tenido suerte. A comienzos de noviembre el estado de Washington rechazó una iniciativa legislativa de este tipo. Y antes en California, el lobby bajó también la iniciativa. ¡David y Goliat!  (Aquí puedes ver un video en el que se expone el lobby realizado por las industrias agroalimentarias sobre el etiquetado de transgénicos).

En la Unión Europea, la salida obligada de Monsanto demostró el mayoritario rechazo de la población y sus autoridades a los transgénicos. Y la legislación es más restrictiva. En América Latina el panorama es más difuso, ha habido protestas contra Monsanto y en México la justicia detuvo los permisos para la siembra de maíz BT; pero los cultivos de soya y maíz se realizan desde hace mucho.

Los efectos en el medioambiente de los transgénicos están bastante difundidos. Contaminan a los cultivos tradicionales y una vez que lo hacen no hay vuelta atrás; las enormes plantaciones de monocultivos perjudican la biodiversidad alimentaria; incluso la desaparición masiva de poblaciones de abejas –responsables de la polinización de la mayoría de los vegetales y frutas que comemos- se le atribuye a los cultivos transgénicos; sin mencionar las alergias alimentarias y las consecuencias a largo plazo que la ingesta de alimentos modificados genéticamente puede tener en la salud y que no aún no está suficientemente estudiada.

Ahora, ¿qué puede pasar con los transgénicos en el medio acuático? AquaBounty asegura que sus salmones son hembras, infértiles y cultivadas en instalaciones aisladas. Pero no sería raro que algo falle. Sobran los ejemplos de desastres medioambientales que no estaban presupuestados.