No es verdad que haya que producir más alimentos para dar de comer a los 9 mil millones que seremos en 2050, señala Tristam Stuart, autor del libro que denunció el despilfarro de comida a nivel mundial. “Nunca antes había habido excedentes tan gigantescos…”, señala en una Charla Ted, en que también advierte: “estamos llegando al límite ecológico de lo que puede soportar el planeta”.
Mientras recorría el mundo para escribir un libro que se transformó en la primera denuncia con resonancia y consecuencias en 2009, “Despilfarro, el escándalo global de la comida”, Tristam Stuart, historiador inglés, 37 años, entró a un restaurante de carretera en el noroeste de China. Tomó un tazón de sopa, el chef se había acercado para conversar un poco y al ver que lo apartó, frunció el ceño: quedaban tres granos de arroz en el fondo. La etnia local, los uigures, creen que despilfarrar comida es un insulto al agricultor, al cocinero y en última instancia a Alá.
Stuart dice en una Charla TED de 2012 que descubrió el desperdicio de comida a los 15 años, pero fue en este boliche chino donde comprendió que se pueden hacer cambios al respecto si socialmente transformamos en inaceptable el desperdicio de comida. Primero, claro, hay que hacer un cambio cultural.
Las divagaciones que como adolescente tuvo al ver la cantidad de comida en buen estado que se tiraba, y que él pedía para alimentar a sus cerdos y luego incrementar sus mesadas, se transformaron más tarde en un movimiento que busca remediar la injusticia del desperdicio. En Europa se ha traducido en diversas plataformas organizadas, del tipo “Tu basura es mi comida”, para recolectar alimentos dados de baja en distintos puntos de la cadena -productores, distribuidores, comerciantes-, para ponerlos al alcance de los más necesitados.
Tras la publicación del libro, Stuart lanzó “Feeding the 5000”, un encuentro en Londres donde los asistentes se alimentaron con 5 mil raciones de comida que habrían terminado en la basura de no ser consumidas. El evento ha tenido secuelas en toda Europa.
Hoy, organismos como la FAO de Naciones Unidas, reconocen que “no es moral, simplemente no se puede permitir que un tercio de los alimentos que producimos se pierdan cuando hay 870 millones que pasan hambre todos los días”.
EQUILIBRIO Y LÍMITE ECOLÓGICO
“Cuando hablamos de comida que se bota –relata Stuart- no estamos hablando de cosas podridas, no nos referimos a cosas que han excedido su vencimiento. Hablamos de alimentos buenos y frescos que se desperdician a nivel colosal”, explica a los oyentes ante las caras de asco que, seguro, muchos ponen al imaginarse comiendo algo extraído de un basurero.
De acuerdo a sus cálculos, “a medida que un país enriquece, acumula cada vez más y más sobrantes en sus tiendas y restaurantes… un país como EE.UU. tiene el doble de comida en sus anaqueles de lo que efectivamente necesita para alimentar a la su población”.
Dice que no es tan iluso, para pensar que se puede vivir en un mundo sin desperdicios, pero sí cree que se puede lograr un equilibrio. Si dentro de alimentos producidos se incluyen los usados para alimentar ganado -maíz, soya, trigo- los países ricos tienen entre tres y cuatro veces la cantidad requerida para mantener a su población.
“Cuando se habla de la necesidad de aumentar la producción mundial de comida para alimentar a los 9 mil millones de personas que se espera haya en el planeta en el 2050, pienso en estos gráficos”, señala en la charla. “La verdad es que tenemos esta enorme reserva en los países ricos, entre nosotros y el hambre. Nunca antes había habido excedentes tan gigantescos… de muchas maneras este el es éxito de la civilización humana… pero ahora tenemos que reconocer que estamos llegando al límite ecológico de lo que puede soportar el planeta. Y cuando talamos bosques para cultivar más y más alimentos y extraemos agua de reservas que se agotan y (al mismo tiempo botamos tanto alimento)… tenemos que pensar que es posible ahorrar”.
Y el ahorro parte en casa. Lo explica en una entrevista. Si compramos más pan del necesario, sube el precio del trigo, porque hay más demanda; esas alzas en la materia prima condenan a millones al hambre, pues compran el trigo en el mismo mercado mundial que nosotros.
Duración: 14.12 minutos. Subtitulada en castellano.
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