Esta primera celebración llama la atención sobre el grave deterioro de hábitats, la pérdida de especies, pero también para celebrar la belleza e importancia de ellas en el desarrollo sostenible y el bienestar humano.
Entre cien y mil veces superior a los niveles naturales, según estima el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), es el ritmo de pérdida del patrimonio de la flora y fauna mundial señaló la entidad en el Día Mundial de la Vida Silvestre, que celebra la adopción el 3 de marzo de 1941 de la Convención sobre Comercio Internacional de Especies de Flora y Fauna en Peligro de Extinción (CITES, en sus siglas en inglés).
Los balances no son buenos en esta primera celebración, tras su proclamación en diciembre pasado, y a muchos podrá parecer inútil, pero sirve para llamar la atención sobre la dramática degradación de los hábitats que permiten la vida silvestre. Aunque -han dicho los principales involucrados- también sirve para celebrar la belleza e importancia de ella en el desarrollo económico de los pueblos.
“A pesar de su valor intrínseco para el desarrollo sostenible y el bienestar humano, la fauna está en peligro. Algunas de las especies más carismáticas del mundo, así como las plantas y los animales menos conocidos pero de importancia ecológica, están en peligro inmediato de extinción. Una causa importante es la pérdida de hábitat. Otro es el aumento en el tráfico ilícito”, señaló el secretario general de Naciones Unidas Ban Ki-moon.
Agregó que “las consecuencias ambientales, económicas y sociales de los delitos de vida silvestre son profundas. De particular preocupación son las consecuencias del tráfico ilícito por la paz y la seguridad en una serie de países donde el crimen organizado, la insurgencia y el terrorismo suelen estar estrechamente vinculados”.
En varias ciudades del mundo, hoy se contemplan eventos vinculados a este día. Desde una gran exposición en Ginebra de siete renombrados fotógrafos llamada “Wild and Precious” hasta conferencias en Tokio y Nueva York sobre la lucha contra los crímenes a la fauna y sus consecuencias, al papel que ésta desempeña en el desarrollo económico, respectivamente. Hay actividades similares en Bruselas, China, Kenia, Nueva Zelandia, Togo y México.
LAS CUENTAS FEAS
Las cuentas negativas incluyen los crímenes producto de la caza furtiva, robo de grandes simios y transporte ilegal de madera. El comercio ilegal de especies protegidas genera 14 mil millones de euros al año, es el cuarto delito más lucrativo del mundo.
El deterioro de hábitats de ballenas, osos polares y aves migratorias, también amenaza a comunidades locales y les supone pobreza y explotación por el robo y abuso a sus recursos naturales, según ONU.
El comercio ilegal de especies afecta, además, la paz y la seguridad, pues está vinculado a actividades paramilitares y guerrilla. En 2013 las incautaciones de marfil llegaron a máximos históricos -41.6 toneladas-. Las últimas cifras disponibles, de 2012, dicen que 22 mil elefantes fueron asesinados.
La misma suerte corren los rinocerontes, tan buscados por sus valiosos cuernos, como los elefantes por sus colmillos. La industria turística y sus parques son responsables del robo en Asia y el sudeste asiático de más de 3 mil grandes simios (chimpancés, gorilas, bonobos y orangutanes).
Además, las investigaciones de Interpol y PNUMA calculan que entre el 50 y el 90 por ciento de la tala en los países tropicales de la cuenca del Amazonas, África Central y del Sureste de África es realizada por el crimen organizado.
«Al margen del papel de los Gobiernos, nosotros, como ciudadanos, tenemos un papel vital para lograr el cierre de los mercados que sostienen este comercio ilegal, que amenaza la supervivencia de especies icónicas como los elefantes y los rinocerontes», subrayó el director del PNUMA, Achim Steiner.