¿Hay que esperanzarse con la cumbre de Lima?

Si en Perú, de aquí  a mediados de mes, no sale un borrador consensuado y jugado, difícilmente se podrá firmar en París 2015 un acuerdo vinculante que asegure una reducción de emisiones de CO2 suficientes para disminuir los efectos del cambio climático. Ahora sí, los vientos de cambio deberían hacerse sentir.

Desde ayer y hasta el 12 de diciembre en Lima se prepara el borrador del acuerdo vinculante sobre el clima que los países deberán firmar en París en 2015 para evitar que la Tierra se caliente más de 2°C, cuyos efectos –ya lo ha dicho la ciencia- serían desastrosos. Son 10 mil delegados de 195 países en la vigésima Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU, que se realiza desde 1994.

“Este 2014 amenaza con ser el más caluroso de la historia”. Por eso el llamado en la inauguración de la cita es a que los acuerdos que en Perú  se alcancen sean tan “imborrables como las líneas de Nazca” como una forma de animar a los asistentes al encuentro, calificado de “histórico y crucial para el mundo”… como ya se ha dicho de tantos otros.

De no llegar a consensos aquí, difícilmente se lograrán en París el próximo año, fecha tope para acordar una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero de entre un 40 y 70% de aquí al año 2050, que según los 830 científicos que participaron del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, aseguraría aminorar los efectos del cambio climático.

Y aunque ya no es ciencia ficción –las sequías e inundaciones son realidad en muchas regiones del mundo-, las cumbres y todas sus variantes no despiertan el interés y más bien aburren a “los ciudadanos del mundo”, como postula Roberto Troya, el director de la WWF para América Latina y el Caribe, en una columna sobre el tema.

Es cierto. Hay escepticismo sobre la eficacia de estos mecanismos globales y la lentitud de negociaciones y acuerdos de los cuales se sospecha de estar cargados de intereses económicos transnacionales, que poco tienen que ver con el bien de la población mundial.

Aunque se desconfía de tanta "cumbre" y sus flojos resultados, hasta ahora no se había considerado a una nueva ciudadanía empoderada.

Aunque se desconfía de tanta «cumbre» y sus flojos resultados, hasta ahora no había sido un factor esta nueva ciudadanía empoderada.

Pero no hay otra forma. La interdependencia y globalidad ha condicionado nuestro destino y posibilidad de futuro: el abuso de los combustibles fósiles en los países ricos e industrializados hoy está ahogando –y no es metáfora- a las pequeñas comunidades que viven muy lejos de ellos, de manera muy básica, en contacto y con respeto a una naturaleza exuberante, en el medio del Océano Pacífico.

Otros efectos igual de dramáticos y con elevados costos monetarios para los países emisores ya los han calculado hasta hombres de negocio. Quedan pocos escépticos del cambio climático, cosa que ya es un gran avance. La ciudadanía también es otra porque ha cambiado ante estos protocolares encuentros que han perdido tanto tiempo intentando poner de acuerdo a gobiernos y empresarios. Es activa –más de 300 mil personas marcharon en Nueva York durante la pasada Cumbre del Clima-, y está la web, las redes sociales, que han democratizado la urgencia de las demandas y soluciones.

En Pekín, una de las ciudades más contaminadas del mundo,  sus residentes pudieron disfrutar durante el último Foro de Cooperación Económica del Asia-Pacífico, a comienzos de noviembre, de cielos raramente limpios y azules. Cientos de autos dejaron de circular, las fábricas cerraron y, por algunos días, se olvidaron de los habituales cielos grises. Gracias al APEC Blue, como fue bautizado por la gente, ellos saben que se puede. Con voluntad política y medidas correctas se pueden hacer los cambios.

Así las cosas, las expectativas sobre los resultados de la cumbre de Lima no son menores. Según el director de WWF, lo que está en juego en la tierra de los incas no es sólo un nuevo acuerdo. Si los vientos de cambio soplan favorables, “es un nuevo sistema económico global”, que rompa con los combustibles fósiles, impulse las energías verdes y prepare la economía para los desafíos del cambio climático; que según muchos son el mayor reto que hasta ahora ha enfrentado la humanidad.