Es la última de las iniciativas para rescatar de la basura productos despreciados por estar mal etiquetados o próximos a la fecha de vencimiento. Los fundadores no sacan los alimentos de contenedores, los ‘interceptan’ antes de que lleguen a ellos.
La inquietud de muchos sobre la cantidad de comida que termina en contenedores de basura, mientras en paralelo la crisis económica golpea y aumentan las personas con hambre, han culminado en variadas iniciativas para aprovechar la comida en buen estado descartada, desde plataformas on line que la distribuyen hasta refrigeradores públicos. La última de ellas es un café que instalado en una tranquila calle de Leeds, ciudad al norte de Inglaterra, que funciona con voluntarios y donde los comensales pueden pagar con dinero, tiempo o trabajo.
A diferencia de otros, Real Junk Food Project no rastrea en los basureros de grandes cadenas de comida o supermercado. Su empeño está centrado en ‘interceptar’ los alimentos que son desechados por estar mal etiquetados o cercanos a la fecha de vencimiento, a través de relaciones con las empresas locales.
La filosofía de los fundadores, Adam Smith y Johanna Hewitt, pareja y jóvenes padres, es revalorizar los productos que han sido descartados y despojados de su valor monetario, pero que mantienen su valor nutricional. En Reino Unido las personas en extrema pobreza llegan a 5.8 millones, mientras las cifras del desperdicio de alimentos superan los 15 millones de toneladas anuales, entre otras cosas por cuestiones como un excesivo celo de la “seguridad alimentaria” y de leyes que, según ellos, es necesario revisar y cambiar.
Además, la comida pudriéndose en vertederos libera gas metano efecto invernadero, más nocivo que el mismo CO2, generadores ambos del cambio climático. Se estima que el 10% de las emisiones de los países ricos provienen de cultivos que nunca se comen.
RECUPERAR EL SENTIDO COMÚN
Por ello abogan por la recuperación de prácticas de sentido común, de ahorro y frugalidad, usadas durante y hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando escaseaba la comida y cualquier resto se guardaba y consumía. Y es la misma razón que tienen para no cobrar por los alimentos que sirven en el café; su política de “Pay-as-you feel” o pague según lo sientas.
“Nuestro sistema trasciende las transacciones monetarias y libera a las personas para que utilicen sus habilidades, atributos o dinero, por sus comidas -señalan en su sitio web- lo cual los lleva a pensar y valorar los alimentos como un recurso”.
Con el proyecto partieron hace más de un año, pero apoyados por empresas interesadas desde diciembre de 2013, lo que les permite no pagar alquiler ni gastos generales del lugar. Tienen 30 sillas y quedan cortos, abren todos los días y el menú varía a diario, pero es siempre sano y pensando en las necesidades nutricionales; funcionan con cerca de 10 voluntarios encargados de la red, además de dos cocineros y otros dos graduados. La idea ha prendido y ya hay otras localidades intentando emular el modelo en Manchester, Bringhton y Shipley.
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